jueves, 23 de julio de 2009

ACERCA DE LOS TEMORES Y EL PODER DE LA MENTE

Los TEMORES no son otra cosa que situaciones de no riesgo, pues cuando una persona no se atreve a arriesgarse a algo, es porque tiene miedo de fracasar, entonces crea una zona de seguridad, como una especie de refugio del cual no quiere salir para protegerse, porque tiene presente en la memoria, fracasos anteriores, y siente miedo de pasar por la misma situación cual quiera que ella sea. Esto, hace que la persona se deje conducir por el EGO, porque el ego no quiere volver a sufrir otro fracaso, pues al ego no le gustan los cambios. Entonces, el YO REAL, queda supeditado a lo que el ego mande. Para entender esto con mayor claridad, pongo un ejemplo fácil de entender: suponga que el ego es el gerente de una empresa, y el yo real, es el propietario. El gerente debe ser autorizado por el propietario de la empresa para realizar una transacción.

¿Qué hacer para superar los temores? La respuesta es sencilla: un rotundo no al miedo. La persona debe salirse de esa zona de seguridad en la cual está metida como en una burbuja invisible que no le permite arriesgarse.
Todo está en el manejo o dominio de la MENTE.

“La mente humana no es un dechado de virtudes a la hora de procesar la información. Tal como sostenía Buda, ella es la responsable principal de nuestro sufrimiento. El conflicto es claro: no podemos destruirla ni prescindir de ella radicalmente, pero tampoco podemos aceptar la locura y la irracionalidad sin más. La complejidad de la mente no justifica resignarnos a una vida de insatisfacciones, miedos e inseguridades.

¿Qué hacer entonces? Conseguir que la mente se mire a sí misma, sin tapujos ni autoengaños, para que descubra lo absurdo, lo inútil y/o lo peligroso de su manera de funcionar.
La mente humana tiene una doble potencialidad. En ella habita el bien y el mal, la locura y la cordura, la compasión y la impiedad. La mente puede crear la más deslumbrante belleza o la más devastadora destrucción, puede ser la causante de los actos más nobles y altruistas o la responsable del egoísmo más infame. La mente puede dignificar o degradar, amar u odiar, alegrarse o deprimirse, salvar o matar, soñar hasta el cansancio o desanimarse hasta el suicidio”.

Con base en esta reflexión de Walter Riso, podemos entender por qué el ser humano ha logrado grandes inventos en favor de la humanidad, grandes descubrimientos, pero también el ser humano con la misma mente, ha provocado grandes tragedias de un tamaño que sólo se pueden medir con el metro de la estupidez, como son las armas de destrucción masiva, las bombas atómicas, porque no siempre la inteligencia supera la estupidez del hombre. Esto me produce dolor y tedio, pero es así. Esta es la naturaleza humana, pero no por esto debemos seguir perdidos, pues vivimos perdidos, porque nos han extraviados, venimos de un antiguo extravío del cual hay que parar o de lo contrario, vamos al abismo. Esta tenaz sentencia, la escribió el gran poeta colombiano, Gonzalo Arango, fundador del Nadaísmo. Sin embargo, si hay un extravío, la mente humana tiene la capacidad de corregir el rumbo, pero aquí se presenta un interrogante: ¿Cómo corregirlo? Es la gran pregunta. Para dar respuesta a este interrogante, es preciso tener en cuenta que “la mente es egocéntrica, busca sobrevivir a cualquier costo, incluso si el precio es mantenerse en la más absurda irracionalidad”. En la historia hay un ejemplo de una mente demasiado egocéntrica, de una irracionalidad sin límite que causó una tragedia de una inmensa magnitud: el absurdo desastre de Hiroshima y Nagasaky. El entonces presidente de los Estados Unidos, Truman, tomó la decisión y autorizó el terrible cataclismo atómico, pero igualmente este evento como otros desastres de guerras, también tiene una respuesta obvia: la historia de las guerras, es la historia de la humanidad. En la historia de las guerras, existió otra mente desquiciada que produjo otra hecatombe: la alucinada, obsesiva y demencial mente de Adolfo Hitler.

Pero hubo otras mentes de gran prodigio, entre ellas, la de Thomas de Alba Ericsson. Estos ejemplos son para reiterar que la mente humana puede lograr grandes descubrimientos en pro de la humanidad, pero igualmente puede destruirla o magnificarla por medio del amor o el odio. Aquí surge otra pregunta: ¿amamos u odiamos?
En sicología hay una ley, la ley del olvido. El ser humano nació con la capacidad de perdonar con amor y olvidar. La Madre Teresa de Calcuta, dice,”todos tenemos un pasado que perdonar y que olvidar”.
El ego juega un papel importante en esto de perdonar y olvidar. Si se resiste a no perdonar y mucho menos a olvidar, entonces la persona vivirá con resentimiento, rencor u odio en su alma, puesto que tiene las heridas abiertas que otros seres le han causado. Esto le produce un sufrimiento que le puede generar algunas patologías no sólo a nivel sicológico, sino también somático.
La única forma de salir de esta situación, es perdonar y olvidar los eventos pasados, pues el pasado hay que sepultarlo, es preciso cerrar los círculos para vivir un presente feliz, y ser exitoso.

La intención de este ensayo, es la de mostrar cómo la mente humana con odio, es capaz de trascender los límites de la razón y lindar con la locura para ocasionar daño, o, hacer con amor descubrimientos y alcanzar grandes logros para beneficio de la humanidad.

Ahora bien, el instinto gregario es inherente al ser humano, es decir, vivir en comunidad para satisfacer su necesidades. Para ello, se asocia, conforma la sociedad que está determinada por el estado, en la cual, el individuo renuncia mediante el sufragio universal a su voluntad, y la delega en una voluntad superior que está por encima de él y de la sociedad: el ESTADO.
Hablo del Estado porque los representantes de él, sean grandes potencias o Estados pequeños, son dirigidos por seres humanos dominados por sus mentes, son los que deciden pues ya el individuo como tal, mediante el “Contrato Social”, ha renunciado a su voluntad individual, y ante esto, es impotente para impedir los desafueros que comenten los jefes de Estado, como son las guerras y otras desmesuras del poder.

AQUELLOS DÍAS

Los días del ayer, fueron una fantástica ilusión, de sol radiante y lunas pálidas reinando en la oscuridad cómplice de un amor furtivo bajo las estrellas, pero no estabas tú.

Yo era un loco que soñaba en los limbos de paraísos de colores y arco iris, luces que fulguraban moribundas en el epílogo de las tardes en estío, pero no estabas tú.

Fui más allá del mar, subí montañas de cristales, descendí por abismos de tinieblas, buscando el resplandor de tu cuerpo para llamarte por tu nombre, te llamé, y el eco me devolvió la sonora palabra de tu nombre. Todo fue en vano, porque tampoco estabas tú.

Aún no se qué me hizo buscarte desde aquellos días de fantásticas ilusiones, cuando sin conocerte entonces, contigo soñé. Y aunque mis pies ya cansados, no obstante, seguí el camino señalado en el sueño, pero igualmente, no te hallé.

En esos gélidos días, de tanto frío en mi alma, ávida de calor y ternura que tú podías brindar, te busqué con la honestidad de mi espíritu y con la profundidad de ese amor furtivo bajo las estrellas, que tenía para ti, pero tú pasaste de largo por mi pueblo, y no oíste mi voz trémula que te llamaba, ya quebrada por la fatiga de no encontrarte.

Miraste muy cerca de mí, pero no me viste o no quisiste. Te tendí mi mano como un mendigo que pide pan, y me negaste la sal de la salud para mi alma casi moribunda.

Nunca recordaste que un día de aquellos días, me dijiste, “puedes contar conmigo”. Y no sólo dijiste eso, sino que también dijiste, “no renuncies a tus sueños que ellos te harán libre”. Mas tú, eras mi sueño, y como un prometeo, quedé encadenado al esplendor de tu tierna hermosura en flor, al sutil encanto de tus ojos rotundos, que me hicieron soñar florestas de ilusiones.

Yo seguí soñando, y no pude liberarme jamás del deseo de amarte, porque esclavo del capricho de un loco que sueña, nuca te encontré.
Todavía estoy ahí, alucinando bajo el dintel de mi ventana, viendo pasar los días, soñando con fantásticas ilusiones, sin verte pasar por algún sendero tapizado con el aroma de tu piel, que te conduzca a mí.




PABLO TORNERO Santa Marta, 2007.

CANCIÓN DE LOS DÍAS

Con el discurrir de los días
comprenderás que las ilusiones soñadas para el futuro
muchas veces se diluyeron como humo
en el árido valle del pasado, se fueron de ti igual que los días.

Entonces entenderás que lo único seguro es el presente,
tu hoy, porque el mañana no ha llegado
y el ayer se fue para siempre.

Si en ese transitar no ves realidades en tus fantasías, no hallas los éxitos deseados, no importa, pues la vida es una burbuja de quimeras que se infla en los triunfos
y estalla en las derrotas.

Sigue el sendero que trazaste para tu vida, porque tú lo elegiste,
hallarás abismos en el camino y tal vez espinas en el derrotero de tu existencia.

No será el destino el que te muestre tus desafueros, tus fracasos, es la senda que recorriste, a la que no has de retornar jamás. Continúa tu camino, él te conducirá al éxito que anhelas.

Con el discurrir de los días
aceptarás tus actos fallidos, tus infortunios, tus debilidades, esos esfuerzos inútiles que hiciste para ser feliz.

Si recuerdas las noches de insomnio, los días aciagos, las mañanas de desesperanzas, te darás cuenta que el placer dura un instante en cambio del dolor que se sufre toda la vida, si no perdonas tu pasado y lo olvidas.
Nunca trates de hacer, simplemente hazlo.

Cambia de actitud si no estás conforme contigo en tus planes, porque de esa manera encontrarás lo que desde siempre tanto has buscado: el triunfo y la fortuna.

Recuerda que la felicidad la llevas en ti.
Y,
ábrete a la vida,
es hermosa como el nacimiento de una flor.

CANCIÓN DEL RETORNO

He vuelto a caminar por el sendero del recuerdo, he vuelto a evocar sus ojos de ébano, su boca de miel, y la he visto flotar en la oscuridad de la noche como el espejismo de un fantasma que abandona las sombras.
La vi entre girasoles marinos, rodeada de nácares celestes y luceros de algodón.
En aquel retorno recordé los días mustios del extravío, los momentos taciturnos de su fugaz adiós.
Un impávido pájaro nocturno se posó en el alero de la ventana de mi habitación.
Yo estaba embebido en tristes reflexiones, evocando aquellos instantes ya idos. Le pregunté al búho, dime pájaro de las tinieblas, en qué lugar del océano de los difuntos yace flotando aún, la ninfa de las flores, la radiante y bella doncella de los días idos.
El pájaro no me respondió.
Ahí está, posado en el dintel de la ventana como un faraón embalsamado, y sus ojos de fuego me miran, y su voz muda cual eco sordo en mis oídos, trae por el sendero del recuerdo, memorias de un otoño sombrío enterrado en las arenas de la eternidad.

CANTO FÚNEBRE PARA UN POETA ANÓNOMO, ELEGÍA

En medio de una landa sombría
se yergue un árbol de trupillo centenario
al pie de la tumba fría
de un poeta milenario.
Allí han nacido trinitarias
que evocan los versos
de sus cantigas legendarias.
Los tulipanes negros derraman
gotas de lágrimas de rocío
un eco melancólico y lúgubre
cual viento que gira en la noche de estío
canta una tétrica canción fúnebre.
Ese bardo que ahora yace en paz
jamás compuso un soneto
pues como un anarquista coronado
a la métrica no quiso estar sujeto
y ebrio de poesía, vino y mujer
siempre vivió enamorado.
Un coro de querubines negros
entona cánticos profanos
retornan voces de juglares
que es el réquiem para un poeta anónimo
quien sin ánimo ni delirio de grandeza
de la retórica un día se vio presa.
En su ego
con apego
escribió versos de saudades
y bruñó sin temor
con la tinta indeleble del amor
la canción más profunda en realidades,
la que nadie quiere oír de frente
la triste canción de la muerte.

CONSUELO

Ese delicioso encanto
del perfume de tu cuerpo
esa sutil textura
de tus senos de cisne
son el sortilegio
que embriagan mis sentidos
y son mi Consuelo
en mis noches de insomnio
cuando no estás a mi lado,
pero estás en mi pensamiento
como estrella al firmamento.

Esa magia embriagante de tus efluvios
que en noches de ensoñación y amores
me brindan la ternura de tus brazos tibios
hace que ahora sienta en mi ser los temblores
del placer del delirio
por vivir contigo este idilio.

Y no sólo eres mi Consuelo
eres mi más hermoso y tierno anhelo
porque encontré en tu nombre y en tu cuerpo
las ilusiones perdidas,
recaté mis sueños fallido
y hallé el sendero de rosas sin espinas
que me condujo a tu vera
y ahora vivo la primavera
que en un entonces fue sombría
mas al tenerte ahora
siento en mí una plácida alegría.

CREDO PROFANO

Creo en “La Canción del Elegido”
el mismo que nació el penúltimo día
en el sol de una noche
y saltó de planeta en planeta
buscando agua potable.

Creo en las saudades de los cipreses lacustres
con sus largos velos como telarañas milenarias
mecidos por el viento muellemente.

Creo en la creatividad del niño y en sus ilusiones,
creo en la sabiduría del anciano y en sus realidades.

Creo en las lagartijas azules y en sus vigilias
asistiendo y velando al mundo.

Creo en la inmortalidad de la vida,
creo en mi pueblo de difuntos
poetas y juglares
que cantaron a la vida
y ya reinan en el Parnaso para siempre.

Creo que en el vientre cósmico de la Vía Láctea
se gestan otras galaxias a fin de perpetuar
la vida en el universo.

Creo en soledad de Eréndira
y en la crueldad de su abuela desalmada.

Creo en Pablo Neruda y en su “Canción Desesperada”.

Creo en Porfirio Barba Jacob y en “La Canción De La Vida
Profunda”.
Creo en Pablo Tornero y en su “Canto Fúnebre Para
Un Poeta Anónimo”.

Y creo en Charles Baudelaire que construyó sus “Paraísos
Artificiales”
donde vivió siempre ebrio de paisaje,
de poesía,
de vino,
de amor
el de siempre,
el eterno o el fugaz.

Creo en mí y creo en ti, amén.

DÍA DE AMOR Y AMISTAD

En este día del amor y la amistad que lo han convertido en un negocio, quiero expresarte mi inalienable sentimiento de amor y gratitud, por haberme brindado tu amor y tu amistad.

Como hoy no tengo dinero para comprarte un regalo por el capricho de los traficantes del negocio del día del amor y de la amistad, ya que los regalos no son compromiso, pues mi único compromiso conmigo mismo, es agradecer al universo el día que abriste tu corazón, para que yo entrara en él, y fuera así tu amigo del alma, para brindarte también mi apoyo cualquier día de todos los días de la vida que juntos caminamos, que juntos recorremos, aunque estemos distantes muchas veces en el tiempo y en el espacio, pero por siempre juntos en el corazón.

Entonces, mi regalo para ti hoy y todos los días, es compartir contigo el aire que juntos respiramos, el bello paisaje de las montañas azules que juntos miramos a lo lejos en los días de arco iris, en las auroras cálidas del estío, en las noches de plenilunio, y en todas las noches infinitas tejidas de estrella como luciérnagas en fuga. ¿Qué más hermoso regalo, no te parece?

También te regalo mis derrotas que no compartí contigo, porque fueron éxitos fallidos y sólo quiero brindarte triunfos.

Igualmente deseo de todo corazón, hacerte el regalo más humilde que he dado en mi vida, que me aceptes regalarte el derecho a equivocarme, pedirte perdón por mis fallos, por mis desequilibrio emocionales, por esas torpezas de la conciencia que algunas veces hicieron tabla rasa de mi razón, y sin querer vulnerar tu corazón, perturbaron tu tranquilidad, y me dejaron sumido en el profundo abismo del dolor.

Que tengas todos los días de todos los años por venir, amor y amigos en tu corazón.


Mi amor y mi amistad te saludan,

Carlos Segundo.

martes, 21 de julio de 2009

EMMANUEL VERSUS FARC

Dentro de esta tenebrosa guerra que Colombia vive
llegaste a la vida y saliste victorioso
como gladiador de la adversidad
en tu infantil batalla contra el martirio del secuestro
contra la desesperanza de los que cautivos aún esperan.

La infeliz e infame falacia / la falsa promesa
vilmente hecha por ellos, porque sórdidos y proclives,
hicieron creer al mundo que te tenían en prisión
para tu posterior liberación
pues quedó develada
con tu sorpresiva llegada

Tu presencia ante el país
fue como un grito de libertad
un instante de paz entre los años de terror
entre tantos días aciagos que otros niños
víctimas del conflicto también sufren,
y tu primera batalla en esta guerra,
fue tu triste concepción en cautiverio
y tu cruel nacimiento en la selva
en un escenario sin la ceremonia
de un parto digno para un ser tan grande
que como Dios
también te llamas Emmanuel

Tu victoria final ha de ser
la derrota del mal
que encarnan las FARC
y te alcanzará la vida
para ver el triunfo del bien
y verlos hundidos en las arenas movedizas
del abismo del olvido de un tiempo nefasto
que entonces y para siempre
con la grandeza de tu victoria ha de terminar


PABLO TORNERO

EN BUSCA DE LA PRICESA ROSADA O EL PRÍNCIPE AZUL

“ La felicidad depende del tipo de
acuerdos previamente establecidos”


Entonces, buscando el amor perfecto, lo que en los cuentos de hadas de la feliz infancia eran las princesas rosadas o los príncipes azules, cuando yo no conocía el dolor que causa una equivocada elección en asuntos de amor, viví el sacrificio de amar sin límites, y más aún, sin ser correspondido. Cuando por ese desmedido y desenfrenado amor que un día de hermoso arco iris di, y dejé entonces de ser lo que era, y me convertí en esclavo pudiendo ser libre, cuado todas esas cosas del corazón tuvieron más peso que la razón, como el peso de un péndulo que cae furtivo, y parte los instantes de una efímera felicidad fallida, sentí el naufragio de ese amargo en la garganta, como una especie de agotamiento mental que arruga el espíritu y hace tabla rasa la razón. Ahí, en ese estado de angustia ácida y calcinante, comprendí que como todas las cosas mesurables, el amor también tenía límites. “Hasta dónde puedo amar, sin dejar de ser lo que soy,” pensé.
Yo transité por ese sendero espinoso de sueños que parecían pesadillas, soñaba con fantasmas estrangulados por duendes y otros demonios salidos del averno, que convertían en llanto lo que un día de primavera en flor, fue alegría, ternura y amor para mi. Por ese camino pedregoso seguí caminando lento, sin sandalias, pero con una voluntad de árbol firme que avanza, llegué a un principado lejano, distante del bullicio y la prisa. Tenía un bosques de moras silvestres, icacos y mandarinas, y fuentes de aguas cristalinas, era el único lugar en el mundo donde aún quedaba agua potable. Sus súbditos la cuidaban como cuidaban las sacerdotisas de Lesbos el fuego sagrado de los dioses del Olimpo.
En dicho principado, vivía el último príncipe azul que quedaba en el mundo. Buscaba a su princesa rosada. Entonces salió en busca de ella por el derrotero del amor. Para encontrarla, tenía que superar una tenaz prueba: descender por un abismo. Era un precipicio en cuyo fondo de tenebrosas tinieblas, en letras de bronce bruñido decía: “jamás encontrarás el amor perfecto, sólo hallarás recíprocos acuerdos juiciosos.” Al leer esta sentencia, el príncipe se quedó meditando en solitario por un momento antes de avanzar, pues sólo lo acompañaba su sombra difusa, que poco se veía por la oscuridad.
Más allá del fondo, había una lámpara que iluminaba el arco de la entrada de un túnel, era un camino hacia el centro de la tierra, largo, adornado con guirnaldas de fantasías, con sueños de ilusiones, con campanitas de cristales de alegrías, y con todos los adornos que la imaginación de un enamorado puede concebir. La luz proyectada por la lámpara, daba ánimo a quien transitaba por ese túnel en busca del amor, porque el pabilo de esa luz, la alimentaba el aceite de la esperanza. El camino se iba volviendo pedregoso, de intrincados laberintos, de charcos de tedio, de lagunas de angustias y oasis de ansias temerarias y riesgos tenebrosos que crecían como el musgo del abismo, en la misma medida que se entraba más y más por el derrotero del amor.
Cuando el príncipe llegó al final del túnel, leyó en una lápida de mármol, una seria advertencia llena de sabiduría que rezaba así: “cuando encuentre el amor, y ames con dulzura, pero sientas que para mantener a esa persona a tu lado tengas que pasar por estas ridículas pruebas, sacrificar tu esencia, y hasta rogar…aunque te duela, ¡retírate!. No tanto porque las cosas se tornen difíciles, sino porque quien no te haga sentir valorado, quien no sea capaz de dar la misma dulzura, quien no pueda establecer el mismo compromiso, la misma entrega…simplemente no te merece, porque cuando se desea amar, el amor suele estar esperando sin inútiles sacrificios.”





Carlos Segundo Quiroz Quintero. Santa Marta 29, 09, 2007.

LA ESTRELLA QUE ILUMINA TUS DÍAS

Cuando sientas que nada te motiva, y veas las cosas de la vida con desdén, y en tu corazón ya no habite la esperanza, y mires al cielo en una noche de desdicha, y no encuentres la estrella que ilumina tus días, y todas las cosas ante ti las veas difusas, y te sientas condenado como un minotauro en su laberinto buscando una salida, y ya sólo te quede el último aliento, y todas las ilusiones de sobrevivir contigo y con los demás se diluya como la destreza de una evasión fallida, entonces con el acero de tu voluntad has de levantarte como Fénix, recomienza y emprende de nuevo el vuelo por el universo, porque tú eres la estrella que ilumina tus días, eres el sol que alumbra tu galaxia, y naciste con el derecho de ser el soberano de la eternidad y ser feliz para siempre.





PABKO TORNERO Santa Marta, 2007.

LA POESÍA QUE SIEMPRE QUISE ESCRIBIRLE A ELLA

Husmeando libros en la antigua biblioteca de mi alcoba, una noche lluviosa angustiado sin poder dormir y pensando en una mujer que fue agobiada por los sufrimientos y los rigores que muchas veces el implacable albedrío golpea sin piedad a aquellas mujeres que han tenido el infortunio de caer en desgracia sin saber por qué, y aun han sido heridas con venablos de improperios sin compasión y han recibido en el alma saetas de dolor lanzadas con el arco infame de la injusticia social y, más terrible todavía, aquellas mujeres que han perdido la vida asesinadas por canallas que han recibidos de ellas sus favores de “negocios de amor”, porque por cualquier razón que haya sido, el destino les tenía reservado el infeliz oficio de meretriz, que ejercieron con dignidad para sobrevivir. Buscando en ese sagrado recinto literario esa gélida noche un libro de olvidada ciencia o cualquier libro que mitigara un poco la ansiedad manifiesta en mi que tuve desde niño, por no haber conocido a la mujer en quien yo pensaba esa noche de tormentas eléctricas y terribles tempestades en mi alma, por no haber tenido la felicidad de decirle, mamá, ni el honor que la vida me negó de poner en su tumba una rosa roja como testimonio de mi amor por ella, ni de llevarle un ramo de flores de difunta, porque jamás supe donde quedó su osamenta, esa extraña noche taciturna encontré una bella poesía de Víctor Hugo que tal vez es la que como poeta, hubiese querido escribirle a ella. En ese momento, ya con sueño y embebido en tristes reflexiones, cuando abrí el libro de poemas que la lluvia y el tiempo también habían maltratado, hallé la magistral poesía, deseé entonces que el espíritu de mi madre hubiera iluminado mi numen para escribir tan genial obra de arte, tan hermosa pieza de literatura inspirada en una bendita mujer sin importar su condición.
Ahora transcribo esta poesía para guardarla como recuerdo entre mis poemas, y ofrendarla a todas las mujeres que como mi madre, fueron víctimas de infortunios y grandes desgracias por ejercer el despiadado oficio de hetaira.

LA MUJER CAÍDA

¡Nunca insultéis a la mujer caída!
Nadie sabe qué peso la agobió,
ni cuantas luchas soportó en la vida,
¡hasta que al fin cayó!
¿Quién no ha visto mujer sin aliento
asirse con afán a la virtud,
y resistir del vicio el duro viento
con serena actitud?
Gota de agua pendiente de una rama
que el viento agita y hace estremecer;
¡perla que el cáliz de la flor derrama,
y que es lodo al caer!
Pero aún pude la gota peregrina
su perdida pureza recobrar,
y resurgir del polvo, cristalina,
y ante la luz brillar.
Dejad amar a la mujer caída,
dejad al polvo su vital calor
porque todo recobra nueva vida
con la luz y el amor.
VICTOR HUGO

LA TERNURA EN EL OLVIDO

Como el tiempo tiene tanta prisa, a veces nos olvidamos de personas tiernas de corazón, que un día conocimos, y cerramos puertas por olvido, y lo más triste, cerramos la puerta más grande, mucho más grande que la puerta de Alcalá, la puerta del afecto.

Olvidamos personas que de repente llegaron a nuestras vidas por accidente de la vida misma.

Tal vez por esos sortilegios del destino, aquellas personas jamás pensaron decepcionarnos. Sin embargo, lo hicieron sin saber siquiera que no sólo se decepcionaban de sí mismo, sino que también se olvidaban de ellos cuando nos olvidaron. Olvidaron sus promesas de amor frente al mar, mirando un crepúsculo y diciendo “te amaré toda la vida”, sin pensar que el amor no es perenne.

Y así, creemos todavía como ilusos que sueñan fantasías, que hicimos amigos eternos que amaremos siempre.

Muchas veces llamamos a alguien, para escuchar una voz, mas detrás de esa voz deseamos escuchar un “te quiero”, para agradecer entonces ese humilde gesto de cortesía con una sonrisa, aunque sea en la distancia y esa persona entrañable que ya llevamos en el corazón, no nos vea sonreír.

Duele saber que el tiempo lleva tanta prisa y deja atrás las nostalgias, el amor y los recuerdos efímeros de personas que de súbito llegaron a nuestras vidas, no más porque si, y ahora deambulan en el silencio del olvido.

Entonces sentimos miedo de quedarnos solos, pero sólo nosotros fuimos responsables de esa soledad, porque jamás llamamos ni enviamos un mensaje a aquellas personas que de repente llegaron a nuestras vidas, porque ya las hemos olvidado con tanta ternura, con tanta sutiliza, que ni siquiera recordamos sus nombres, porque el tiempo tiene demasiada prisa, tanta prisa en esta loca carrera por sobrevivir, que no nos da tregua para quererlas, amarlas y recordarlas.

Pero únicamente basta un instante de atención para esos seres queridos, que con decirles un “te quiero”, derrotamos el olvido y ellos también estarán en nuestros corazones por siempre, con la misma ternura con que un día llegaron a nuestras vidas.




PABLO TORNERO Santa Marta 17, 07, 2007

lunes, 20 de julio de 2009

LAS CUATRO ESTACIONES DEL AMOR

una amistad leal y para siempre
se construye con abalorios de amor
se va tejiendo como una guirnalda
de orquídeas
o de rosas
o simplemente se hace con de hojas de hierba

entonces cuando los pilares de ese amor
fruto bendito de la amistad que nace
se incrustan en el corazón
brotan florestas de esperanzas en el espíritu
y el orgasmo deseado es sublime
porque la atracción como un imán
es reciproca.

qué más puedo cantarte
amor lejano en el espacio
pero demasiado cercano en el tiempo / en el pensamiento
para decirte en estos versos
{escritos de mi puño y letra}
que los encuentros no son caprichos del azar
que nada es casual porque si

tú llegaste a mi vida un día de primavera
y otro día te irás igual que se va el calor del verano
cuando caiga la gélida lluvia del invierno
y sólo quede en la memoria
el dulce recuerdo de un amor en otoño
que nació del fruto bendito de la amistad






Pablo Tornero Santa Marta 04, 10, 2007

viernes, 17 de julio de 2009

MELANCOLÍA DEL PEREGRINO

No puedes cultivar los recuerdos
Cuando han perdido su raíz.

Emily Dickinson






Mis sueños fueron fugaces
como el suspiro de un efímero recuerdo
incrustado en la memoria de los siglos.

Mis recuerdos, igual que las saudades
del peregrino que carga en su morral
instantes inasibles de éxitos fallidos,
han extraviado ahora sus raíces,
navegan en la mar eterna
de los sueños que se fueron,
derivan por los piélagos
de un otoño en crepúsculo,
de un acantilado acuático sin frontera,
de una lluvia de arco iris sin color,
pero con voluntad firme de árbol que avanza.

MUERTE Y RESURRECCIÓN POR UN AMOR EN FUGA

Una tarde,
en un crepúsculo de profusas luces me sorprendió el amor

Me volví poeta como cualquier mortal,
y una mañana gélida
en un invierno de nostalgias, el amor se fue

Morí de muerte existencial / de terribles estertores / de angustias ácidas /
puntillosas /
{igual que todas las agujas del infierno}

Ya ella no estaba en el crepúsculo de abundante luz
sino en la mañana de hielo / de fríos cristales / de estalactitas glaciales,
congelando mi alma /

Mas yo, con la respiración aguda / penetrante /
{como la raíz de un árbol incrustada en el núcleo de la tierra}
sentía una decantación / una especie de agotamiento físico y vertiginoso
que giraba igual que un molino en los extremos de mis órganos vitales /

La visión era vidriosa como un orgasmo
pero el pensamiento era aún más oblicuo que mi razón
parecía una brújula buscando un punto cardinal en el vació
donde estaba el amor que se fue,
era un vértigo implacable como un huracán en furia que me mató
mas resucité en medio de otros poetas muertos

Por eso estoy aquí
ante la luna de este espejo de agua
naufragando igual que otro mortal más
en el océano del delirio / de la melancolía /
por la que un día
cumplió con la misión del rayo:
rasgó por un instante el celofán del placer que me brindó
y desapareció por siempre en las tinieblas del dolor
que su fuga me causó.



PABLO TORNERO Santa Marta, 26, 09, 2007.

NUNCA ESTUVE SOLO

Yo pensaba y creía
que al partir y llevarte
el amor que un día
quise para siempre entregarte
triste me quedaría.

Mas, jamás estuve solo
conmigo estaban los días
ausentes ya de melancolías,
las mañanas lluviosas de arco iris
en las cuales la garúa temprana
traía a mis oídos
como canto de campana
mis bellos recuerdos de lo días idos.

Ahora me acompañan
los paisajes que tú dejaste
los colores de aquel crepúsculo
que prometiste y no regalaste.

También me acompaña
y nunca me abandona
el ser más importante para mí,
la persona que jamás me ha fallado
porque desde todos los tiempo me ha amado
y ha estado conmigo
en todos mis naufragios
en el triunfo y en la adversidad
por eso estoy contigo Carlos Segundo,
hasta la eternidad.

jueves, 16 de julio de 2009

ORGÍAS PÚRPURA

Colombia, país de pesadillas
sueño de difuntos ahorcados
cadáveres cercenados
{como El Guernica de Picasso}
terrible tormento cotidiano
de orgías púrpuras en campos y ciudades
silencio, (aliado natural de la impunidad)
en el cual sus cristales / cristales de silencio
aunque trasparentes / límpidos
y a veces turbios y sombríos
cubren con el manto del terror
los vicios infames de los pontífices del poder
de los que todo lo pueden
y nada hacen
porque impávidos / arribistas
malabaristas
prestidigitadores de peculados por distracción
o por inocente confusión
satisfacen su apetito de burócratas / demagogos
en la suculenta bandeja del reparto de la patria
y hacen la siesta en la cama de los orgasmos
de las orgías púrpura / orgasmos de una guerra que aborta
en el quirófano de la infamia, dolor, odio, rencor y la larga miseria
y así el país, se pudre como un cadáver a la intemperie
que sobreflota en la fosa común
del estado de derecho / maltrecho / maloliente / indolente

veo pasar el tren con la carga mortuoria
parece el carrusel del olvido
ahí va otro desaparecido
y no se sabe para dónde
quizá es el invitado de gala a la orgía
y no necesita pasaporte para la muerte

el mundo ve pasar a otros invitados
pasan extraviados
camino al patíbulo / a la eternidad
para asistir con dignidad
al juicio final
del que está pendiente
la sórdida sociedad de los sátrapas

PABLO TORNERO

PALABRAS

Para Xenia,
Estrella que ilumina mis días,
angelito hermoso que en la memoria me hace compañía.


El arte eterno ejercerá sus funciones
como los poetas son ciudadanos.

Paul Verlaine


Las palabras son piezas
con las cuales los bardos
arman figuras líricas
para expresar
la alegría o el dolor del mundo,
esencia de la vida.
Tú eres una partícula luminiscente
que fulguras como un sol en el universo.
Con estas piezas,
erijo un pedestal de alegría para ti
por haber cruzado
por el camino de mi vida,
y saber entonces que cuento contigo
para mirar desde una burbuja
de espuma celaste,
los zafiros que titilan cual instantes fugaces
en el firmamento de esta noche constelada,
que inspira al poeta
a ejercer sus funciones,
y tejer así,
con estas palabras,
los versos que siempre quise
hilvanar en el pentagrama del amor,
sin bemoles, sin prisa,
porque no pasaste de largo por mi pueblo de ilusiones,
por mi mar de fantasías,
y el día que te hallé en el camino de mis días, me dijiste,
“nunca renuncies a tus sueños, ellos te harán libre”.
Desamarré entonces mis alas ancladas de un antiguo extravío,
porque iba al abismo
y desde aquel día vuelo muy alto
a tu lado en el pensamiento,
acompañándote siempre en mi memoria.

RECUERDOS FUTUROS

Sólo invocaba tu nombre
en el ruido de la urbe
y buscaba tus ojos de luz
en la oscuridad de la melancolía
para definir un sendero de nardos de esperanzas,
y transitar entonces por el bullicio de la ciudad
sin perder el equilibrio
que ahora me produce tu silencio.
Yo me quedo tejiendo flores
apagando versos teñidos de ilusiones fallidas,
deseos sepultados en el mismo jardín
donde los nardos son ahora sombras adyacentes,
destellos fugaces como la bengala de un incendio
que vaga en mi memoria.
Por eso,
evoco el mañana donde ya no estarás
ni en el pensamiento ni en el ayer
no apago versos por tu partida, no
prendo antorchas de júbilo porque antes del futuro
besé tus labios de rosas
sentí tu perfume de agua fresca
bajo mi atmósfera marina
con los pies firmes sobre la arena
y nadé entonces hacia el horizonte
para invocar otro nombre
que también partirá en sigilo,
porque eso somos,
perennes nadadores del piélago del amor
surcando olas de tristezas o alegrías
atravesando horizontes de esperanzas
dejando en las fronteras del pasado
la destreza de una evasión tardía que un día tuvimos
a los lampos del sol del placer
donde Eros era soberano.

REFLEXIONES ACERCA DEL AMOR DE PAREJA

Cada cual se tasa libremente en
alto o bajo precio, y nadie vale sino
lo que se hace valer; tásate, pues,
como libre o como esclavo: esto depende de ti.


Epícteto


Casi siempre, el amor de pareja,
comienza con una sonrisa,
crece con un beso
y llega a un triste final,
sumergido como un náufrago
bajo las profundas aguas de la desilusión.


Los buenos amigos, son difíciles de hallar como las perlas negras.
Si quieres una, cultívala. Así es la amistad.
Se cultiva con esmero en el mar de la esperanza.
Sin prisa, sin condiciones.
La amistad se da con amor, pero no con el amor exigente de pareja.
Se brinda sin recelo con el amor filial.
Por eso, yo comparto mi amor y mi luz contigo.

Duele demasiado mirar atrás.
Y más todavía,
mirar al frente,
porque puedes sentir miedo,
pero si miras desprevenido a tu lado,
es muy posible que halles un amigo,
es factible que yo esté como tú
en el mar de la esperanza,
mirando el vesperal, y tú estés ahí.

REFLEXIONES EN EL UMBRAL DEL ALBA

Por las mañana
cuando despierto,
me pregunto
si más que con las leyes
divinas o humanas,
estoy cumpliendo con mis principios,
si estoy haciendo lo que pienso
y pensando lo que digo.

Me pregunto
si valió la pena
contribuir también en el trajo de parto
y hacer el esfuerzo de nacer
para reparar con humildad
las cosas incorrectas que he hecho
por el equívoco irreparable de haber nacido humano.

Me pregunto
en cada aurora
si las alas que la vida me regaló
las tengo para volar muy alto
o si las llevo como ornamento, y presumir de Ícaro.

Me pregunto
igualmente en los crepúsculos
si alguien superior a mí, tal vez Dios,
me ha otorgado el mandato absurdo
de mirar a los demás por debajo de mis ojos
en cambio de apoyar a otros con mis manos
para que se levanten airosos de sus derrotas.

Me pregunto y te pregunto
por qué mientras se espera vivir,
dejamos que la vida pase
sin siquiera nosotros pasar por ella
y dejar una huella.

Me pregunto esto,
porque estoy aprendiendo a preguntarme
para entenderme,
y dejar entonces el estigma de mi pensamiento.

miércoles, 15 de julio de 2009

RELATO DE UN INDIGENTE

Aunque podamos ser eruditos
por el saber de otros, sólo podemos
ser sabios por nuestra propia
sabiduría.

Montaigne

Ya desde el vientre de mi madre a quien no conocí, porque murió de una terrible enfermedad, eclampsia, el país de mierda en el que por desgracia me tocó nacer por esas cosas del inexorable destino, estaba condenado a muerte sin perdón y so pena de haber nacido, pues los que sólo tenemos un pedazo de vida que arrastramos con su infortunio, y por circunstancias de la sociedad, que no conoce la angustia que produce el desprecio, me incrustaron en la frente como una lápida de cementerio, el despectivo apelativo de ‘desechable’.
Esa mujer de gran corazón a quien le perdono el crimen de haberme mal parido, no quiso abortar a este desecho social que soy, a esta piltrafa humana que más le hubiese valido haber nacido perro o cualquier otro animal, menos humano, porque mi vida ahora es de condición infrahumana.
Ella, me parió mal en una alcantarilla que era su domicilio. Recién mal parido, una enorme rata hambrienta del tamaño de un conejo, se comió la placenta y parte de mi ombligo.
Esto es increíble para los que no conocen la angustia que hace locos, la angustia que hace toxicómanos, la angustia que hace resentidos sociales, la angustia que hace suicidas, la angustia que los demás no conocen, la angustia que la sociedad ni el estado entienden.
No es ficción, es la realidad de muchos que como yo, llevamos esa marca, ‘desechables’, como si fuéramos una botella de plástico que después de ser usada se tira a la basura, y además contamina.
Esa angustia que llevo por dentro, como una lanza de lava, es más aguda que todas las agujas de las brújulas que conducen al infierno, es un dolor ácido que hace tabla rasa de la razón, y me empuja a los cantiles de la desesperación y abismos de la locura. Es un dolor como una decantación de todos los nervios que sólo sentimos los que desde antes de nacer, estamos condenado a la muerte, a la cárcel y toda clase de vejaciones y cosas abominables que un ser como yo, tiene que padecer por el resto de sus días aciagos, sin el sol de la ternura y sin los pétalo de la rosa del amor.
La sociedad me rechaza, como la botella de plástico usada que se tira a la basura, porque entonces contamina, mucha gente sin conocerme me odia, me desprecia.
Yo pertenezco al imperio maldito de la miseria humana, a la gran caterva de contusos de espíritu que sólo reciben golpes en el alma, y cada vez más la sociedad nos abre las gritas del corazón, y nos causa demasiado dolor. Por eso, vivimos en el olvido.
Ya en mis sombríos y fatales días finales, me enfrenté a la muerte, porque me mataron por robarme unos panes que estaban exhibidos encima de la vitrina de una panadería.
El dueño me disparó un tiro que hizo blanco en mi cabeza. Ahora, vago en una dimensión los que aún viven y son felices. Ahora orbito por el limbo, buscando la paz que jamás tuve. Busco un lugar donde descansar ya en el más allá, de las injusticias de aquella sociedad terrena que me condenó a muerte, mucho antes de que aquella mujer me pariera mal en una alcantarilla.
Esa mujer sensible a quien no tuve la infinita fortuna de conocer, fue la única persona a quien perdoné, porque me dio el poquito amor que ella tenía, al no abortar el resultado infame de una violación, porque fue violada por su único hermano con quien vivía en la alcantarilla. Soy resultado de un incesto.
Ahora, mi alma está penando por un pecado que yo no cometí, pues a nadie le pedí que me llevara a este mundo proclive en el cual viví, y ahora aún muerto, vago todavía por los limbos de la soledad. Tengo temor de tocar las puertas del cielo, porque tampoco nadie me habló de Dios. Tengo pánico de seguir vagando en las tiniebla de este más allá por siempre, pero antes de aquél sombrío y fatal día de mi muerte, el único amigo que tuve, yo, me dije a mi mismo en una ocasión, “el día que mueras, hallarás la paz y tendrás otra oportunidad”. Así fue, el día de mi muerte, en el instante que el proyectil impactó en mi cabeza como un golpe de gracia, vi un inmenso espejo del tamaño del panorama de un paisaje en espejismo.
Pasé a través del espejo y vi un valle extenso, y más allá, vi una montaña como un precipicio de piedra en cuya cúspide había un descomunal cráter.
Descendí igual que un escalador hacia las profundidades de la majestuosa montaña.
Cada vez que avanzaba en lo hondo, el calor era más intenso. En el descenso, sentí una quemadura ácida como azufre fundido calcinando mi espíritu, tuve la sensación de cargar un cuerpo sin músculos, sin huesos, sólo la costra de un alma agrietada semejante a las fisuras del volcán en que me hallaba. Ya en esa laguna de fuego que expulsaba su lava por el cráter como la garganta de un dragón en la cual me hallaba. Sentí un sufrimiento largo y puntilloso, una inexistencia de nada en el espíritu, que me impulsaba cada instante prolongado, como fraccionado en estaciones, a buscar el fondo de ese fuego que me abrazaba y calcinaba todos mis nervios.
Fue entonces cuando comprendí que ese túnel vertical y ardiente, era el infierno, porque vi con la nitidez del cuarzo líquido, otras almas ya calcinadas, y pude darme cuenta que mi espíritu era tenaz, y más aún, entendí que yo había nacido para soportar todos los embates, todas las batallas que sufren los despreciados, todo el dolor y todo el olvido que padecen los marginados.
Entonces, seguí descendiendo buscando el fin del abismo, pero sólo encontraba llamas, un fuego terrible que calcinaba las fibras de los nervios de mi alma, sentía una decantación en el pensamiento, una especie de esperanza fallida por no encontrar el fondo.
Así seguí, bajando cada vez más profundo en ese abismo de fuego. Cuando por fin salí al otro lado, mi espíritu había ganado mi cuerpo, resucité, regresé de la muerte y me encontré nadando en un mar de aguas cristalinas.
Salí al otro lado del túnel atravesando los nueve círculos del infierno, y sentí por primera vez la satisfacción del triunfo, la gloria de haber vencido todos los obstáculos que la vida y la existencia me habían puesto como pruebas, porque renací de los rescoldos de un pasado triste ya olvidado. Me sentí rival del sol y gladiador de la eternidad, entendiendo que nada es fácil, que no hay imposibles ante los retos que depara el albedrío, que aquel pasado sombrío, me enseñó que siempre hay una segunda o más oportunidades sobre esta tierra aunque se diga lo contrario, pues aquí estoy viviendo una nueva vida con mucho amor para todos, y para dignidad de mí mismo.

Pablo Tornero

SIGUIENDO TU SOMBRA EN EL ASIENTO DEL CAFÉ

Esa mañana era domingo, me desperté a las 5: 00 a m, pero me levanté de la cama con las primeras lámparas del sol que entraban tímidamente por el vano de la ventana. “Qué hago este otro domingo de los tantos domingos interminables de esta vida puñetera que llevo”, pensé. Me respondí entonces, “voy a escribir el cuento que desde hace tantos años he querido escribir”.
Sólo he hecho poesías, relatos y unos cuantos ensayos sobre calentamiento global, conducta humana y otros temas triviales.
Cuando me sentí cómodo frente a la página en blanco del computador, y comencé a tomarme el café con la nostalgia de tinto anterior, no hallaba ni el tema ni el tono en los cuales iba a escribir el cuento, pues siempre he considerado que escribir un cuento no es fácil.
A las dos horas de estar sentado frente al computador, y deambulado en el limbo de la fantasía, me atravesó la imaginación una idea tan lúcida y límpida como los lamparazos que entraron por la ventana cuando volví a la vigilia la mañana de ese domingo. La idea se me escapó sin darme tregua para escribir el primer renglón. Luisa, mi compañera, me llevó otro tinto porque ella sabe que cuando yo me siento a escribir por las mañanas, desayuno con diez o quince tintos, y sólo almuerzo cuando termino. La seguí con la mirada cuando se fue, porque me detenía en pormenores para escaparme de mi mismo, y no enfrentar el reto pendiente que desde entonces tenía con las palabras. Me puse a contemplar su belleza silvestre como las flores de Tucurinca de donde es ella. Contemplé desde lejos su silueta, su cabellera de tiniebla en cascada, sus cejas de ébano, sus ojos de acantilados en crepúsculo, su nariz de flor de lis en capullo, y su boca de durazno tierno. La llamé y le dije,”eres más bella que la novia de Ulises”. Me preguntó,”quién es ella”. Le respondí, “Eréndira”. Cuando dio la espalda para continuar con sus labores cotidianas, me qué obnubilado una vez más con su cuerpo de palmera alborotada por los vientos Alisios del Cribe. Luchy, como cariñosamente le digo, es de una belleza sideral como una estrella que fulgura en el cielo de mis noches, que sólo opaca el amanecer de mis días.
Seguí buscando temas para el cuento, pero esta vez no en el limbo de la fantasía, sino el purgatorio de la realidad. Fue una labor ardua y temeraria, pues me enfrenté a un largo y tedioso inventario de la vida puñetera que llevaba. Revisé minuciosamente buscando sin resultado alguno mi pasado. “En el futuro nada tengo que buscar, porque no lo he vivido”, pensé. Empecé a desesperarme. Experimenté la angustia que siente el alcohólico cuando se le rompe la botella por torpeza de si mismo.
Cuando ya estaba exhausto por la empresa fallida, tomé la irrevocable decisión de pulsar las teclas Ctrl y E del computador simultáneamente, para negrear la página y eliminar todo. Así lo hice.
Antes de comenzar nuevamente, llamé a Luisa y le dije,”Luchy, hazme el favor, tráeme otro tinto para ver si se me endereza la imaginación”. Ella fue en busca del tinto con una diligencia irresistible, porque todo lo que hace, lo hace con un amor estoico. Yo en cambio hago las cosas con una discreción cartesiana. De regreso, traía dos posillos, uno en cada mano. En la derecha tría el mío, en el que siempre bebo el café por las mañanas, y en la izquierda, tenía otro posillo diferente asido por la oreja, pero al revés. Le dije, “gracias mi bella dama. Me contestó,”de nada su majestad”. Así me dice cuando le doy gracias por sus favores. Le pregunté, “¿tú que haces con ese posillo al revés?”. Me respondió, “viendo el futuro, estoy siguiendo su sombra y leyendo el destino en el asiento del café, para darme cuenta dónde se mete cuando no está aquí escribiendo, y para saber cuando va a ocurrir una desgracia”. Fue entonces cuando comencé a amarrar unos cabos que desde tiempo atrás estaban sueltos por todos los rincones de la casa. Comencé a recordar que yo veía ese mismo posillo, grande, de porcelana china, puesto al revés en diferentes lugares de la casa, porque ella lo dejaba así cuando terminaba de tomarse el café en el sitio donde estaba sentada o de pie. Lo dejaba en la mesa de centro de la sala, en la mesa del comedor, en la mesita de noche de la alcoba nupcial, encima del retrete del baño, en la repisa al lado de la mesa de planchar, y en cualquier lugar de la casa. Una vez lo dejó por olvida dentro de la nevara.
Un día le dije que me contara cómo hacía ella para leer el futuro en el asiento del café, y cómo se daba cuenta por donde andaba mi sombra. “Después le digo”, me dijo.
En otra ocasión que entré al cuarto para preguntarle dónde me había puesto un libro de olvidada ciencia que yo estaba leyendo la noche anterior, la encontré hablando sola, pero no le pregunté, para no interrumpir el rito, Me di cuenta entonces que Luisa no sólo leía el asiento del café en el posillo, sino que también era nigromante: estaba invocando el espíritu de una hija muerta. Le preguntaba que cuándo sería el próximo terremoto. La voz del espíritu de la difunta, le dijo, “mañana muy temprano”.
Yo salí del cuarto sintiendo un frío lúgubre en mis huesos sin que ella advirtiera mi presencia, y en mis oídos retumbaba como un eco subterráneo de temblor terrestre, el sonido sordo de la voz de ultratumba del espíritu invocado. Me senté renuevo en el computador, y seguí mi tenaz batalla contra la hoja virtual en blanco, buscando en los vericuetos de la memoria algún tema aunque fuese sin tono, para saciar la ansiedad irresistible de escribir, y así mitigar un poco la adicción abrasiva que desde siempre he tenido por escribir y contar lo que me dicta el pensamiento en mis ratos de ocio.
Volví a llamar a Luchy para otro café. Me lo trajo, y me dijo,”se le van a torcer las tripas por tanto tinto sin comida”. No quise decirle nada, porque ella es demasiado sensible, y podía vulnerar su cariño y atención hacia mí.
Ya eran las 4: 30 p m, llevaba siete horas mamando gallo frente al computador sin siquiera escribir nada que valiera la triste gloria de escribir un cuento para guardarlo en el archivo Mis Documentos o enviarlo a un icono de acceso inmediato en el escritorio del computador. Decidí descansar e irme a charlar con Luisa acerca del asiento del café que yo veía en su posillo puesto al revés por todos los rincones de la casa.
La primera pregunta que le hice fue, “¿por qué pones el posillo bocabajo?”. Ella me respondió, “bueno como usted quiere saber, se lo voy a decir:”
─ Vea con mucha atención las manchas que dejó el asiento del café en el posillo cuando se decantó. Si usted mira minuciosamente cada figura, se va dando cuenta, es cuestión de leer e interpretar.
─ Si, pero yo no veo ni leo nada, le dije.
─ Es cuestión de talento, y tal vez usted nació sólo para escribir, me dijo.
─ ¿Entonces tú naciste con el talento de adivina?
─ Usted lo ha dicho, yo nací con la facultad premonitoria de leer no sólo el futuro en el asiento del café, sino anticipar las desgracias por suceder en la ceniza del tabaco.
Entonces Luisa volvió sobre las manchas en el posillo del asiento del café, y me dijo que veía claramente una muerte por suceder muy pronto, y que yo estaba la noche anterior hablando con una mujer alta, de cabellos de mazorca tierna.
La mañana del lunes, muy temprano, tembló la tierra, la lora amaneció muerta, y efectivamente, yo estuve la víspera visitando a mi hermana.

martes, 14 de julio de 2009

SUEÑO DE AMOR FEBRIL CON ZENAIDA

sobre un tapete de nenúfares
desnuda como una maja
la sensual Zenaida flotaba

el viento mecía sus cabellos muellemente
al ritmo sinuoso de las olas del lago
de flores blancas y amorillas

ella dormitaba / soñaba
un aleluya de ángeles / un coro de querubines
susurraba a su oído arpegios de una música de arpa

el candor trémulo de sus senos
la voluptuosidad de su boca
la tibieza de su regazo
la candidez de sus brazos de cisne
y el tibio vaho del efluvio del pubis de orquídea
despertaron en mí
un erotismo sublime / embriagante / excitante
como la furia de un tornado de ciega pasión
/ de terribles estertores de ansiedad /

yo dormía
cuando abrí mis ojos
la blanca Zenaida estaba ante mí
tendida en la hierba a orillas del lago

me tomó de las manos y me estrechó en su regazo /
me enredó en sus piernas con la locura de una loba en celo
y con sus brazos de cisne me acercó a la orquídea

mis labios ávidos de su cálido néctar
rozaron levemente la flor del pubis que palpitó
{como un corazón pletórico de amor febril}

entonces una erección fálica de mástil
y una erupción volcánica en mis entrañas
estremecieron mi cuerpo igual que el pálpito de la flor
y sucumbí agotado de placer
ante ese sueño de amor ardiente con ella jamás soñado


pablo tornero santa marta 07 10 2008

TU LA LUNA Y YO CONTEMPLANDO EL CIRCULO IRIS

En tu mirada hay una lejana melancolía
porque en ella evocas los días idos
de esa arrolladora pasión en llamas
que quemó tu corazón una noche
bajo el influjo ardiente de un claro de luna.

Tú mirabas la luna puesta en el cenit
rodeada del círculo iris
con luciérnagas de luceros en la lejanía
como tu larga melancolía
por un amor que tú misma sepultaste.

Yo jugueteaba igual que un niño con tus cabellos
semejantes a un enjambre de estrellas
y la tibia arena de la playa
calentaba nuestros cuerpos
ávidos de amor y ternura.

Mi corazón también ardió de júbilo
por la pasión en llamas que brotaba de tu piel,
y el susurro a mi oído que tu boca cantaba,
la brisa del mar lo arrastró como barca en naufragio
igual que nuestros ensueños de aquellos días en olvido.

Entonces, una tarde de brumas
Volví al mar y esperé la noche
a fin de preguntarle a las estrellas, ya sin luna,
que si más allá del firmamento
habían visto a una bella doncella
llamada por los ángeles Quimera,
una radiante y hermosa doncella
de nombre Quimera.

Un rayo rasgó las tinieblas
y el eco estelar,
me respondió con voz de tormenta,
con el grito estridente de un desastre marino,
dijo,
“nunca”,
“nunca más”.
Y jamás la vi
Sólo hallé en la playa
el sepulcro
Donde ella sepultó en la fosa del olvido
Aquella pasada pasión.
Pablo Tornero

UN CUENTO EN CIERNE EN BUSCA DE AUTOR

Un cuento en cierne aún no escrito, se hallaba al garete flotando como un naufrago en el limbo del mar de la imaginación, en busca de un autor que lo concibiera.
Una noche de cielo estrellado y silente luna, en su afán de ser escrito por algún escritor, el cuento en cierne, perdió la brújula de la sensatez y la paciencia de la mesura, y fue a dar de bruces contra las teclas de la máquina de escribir, de un aprendiz de cuentista con ínfulas de escritor. El aprendiz se reunía con otros colegas, que sólo tomaban vino como los bohemios y escritores de bares a fin de recitar versos de memoria de ilustres poetas.
En una de sus tertulias, el aprendiz les dijo a sus congéneres que una noche, llegó hasta su cuarto un cuento con ansias de ser escrito.
“Estoy perdido, vengo de un antiguo extravío, y quiero que me rescates del limbo en que me hallo, y que me escribas”, le dijo el cuento al aprendiz.
Entonces el aprendiz de cuentista, comenzó a escribirlo. Cuando lo terminó, el cuento le dijo, “ahora quiero que me envíes al santuario de los pontífices de las letras, para que te digan si me escribiste bien.”
Así fue. El aprendiz envió el cuento a un grupo de notables árbitros de la retórica y pontífices de la lírica y genios de la prosa.
Los jueces literarios contestaron la petición, y dictaron una unánime e irrevocable sentencia que rezaba así: el polluelo de escritor tiene fiebre en su insipiente pluma. No sabe nada de semántica, porque usa palabras arcaicas que ya están en desuso. Carece por completo de conocimiento en semiótica, porque no sabe usar los signos lingüísticos, y ni que decir de la sintaxis, porque no coordina la unión de las palabras a fin de formar una oración con un orden lógico, y mucho menos de ortografía, porque es un horror escribir error con ache.
Los pontífices de las letras, también dijeron que no se sabía quién era el protagonista, y que por momentos se confundía con el narrador, que carecía de espacio y de tiempo, por lo tanto, no se sabía dónde ni cuándo ocurría la acción, y en fin, le dijeron al aprendiz de cuentista, que mejor se fuera a sembrar algodón en las nubes.