domingo, 29 de agosto de 2010

ACERCA DE LOS TEMORES Y EL PODER DE LA MENTE

Los TEMORES no son otra cosa que situaciones de no riesgo, pues cuando una persona no se atreve a arriesgarse a algo, es porque tiene miedo de fracasar, entonces crea una zona de seguridad, como una especie de refugio del cual no quiere salir para protegerse, porque tiene presente en la memoria, fracasos anteriores, y siente miedo de pasar por la misma situación cual quiera que ella sea. Esto, hace que la persona se deje conducir por el EGO, porque el ego no quiere volver a sufrir otro fracaso, pues al ego no le gustan los cambios. Entonces, el YO REAL, queda supeditado a lo que el ego mande. Para entender esto con mayor claridad, pongo un ejemplo fácil de entender: suponga que el ego es el gerente de una empresa, y el yo real, es el propietario. El gerente debe ser autorizado por el propietario de la empresa para realizar una transacción.

¿Qué hacer para superar los temores? La respuesta es sencilla: un rotundo no al miedo. La persona debe salirse de esa zona de seguridad en la cual está metida como en una burbuja invisible que no le permite arriesgarse.
Todo está en el manejo o dominio de la MENTE.

“La mente humana no es un dechado de virtudes a la hora de procesar la información. Tal como sostenía Buda, ella es la responsable principal de nuestro sufrimiento. El conflicto es claro: no podemos destruirla ni prescindir de ella radicalmente, pero tampoco podemos aceptar la locura y la irracionalidad sin más. La complejidad de la mente no justifica resignarnos a una vida de insatisfacciones, miedos e inseguridades.

¿Qué hacer entonces? Conseguir que la mente se mire a sí misma, sin tapujos ni autoengaños, para que descubra lo absurdo, lo inútil y/o lo peligroso de su manera de funcionar.
La mente humana tiene una doble potencialidad. En ella habita el bien y el mal, la locura y la cordura, la compasión y la impiedad. La mente puede crear la más deslumbrante belleza o la más devastadora destrucción, puede ser la causante de los actos más nobles y altruistas o la responsable del egoísmo más infame. La mente puede dignificar o degradar, amar u odiar, alegrarse o deprimirse, salvar o matar, soñar hasta el cansancio o desanimarse hasta el suicidio”.

Con base en esta reflexión de Walter Riso, podemos entender por qué el ser humano ha logrado grandes inventos en favor de la humanidad, grandes descubrimientos, pero también el ser humano con la misma mente, ha provocado grandes tragedias de un tamaño que sólo se pueden medir con el metro de la estupidez, como son las armas de destrucción masiva, las bombas atómicas, porque no siempre la inteligencia supera la estupidez del hombre. Esto me produce dolor y tedio, pero es así. Esta es la naturaleza humana, pero no por esto debemos seguir perdidos, pues vivimos perdidos, porque nos han extraviados, venimos de un antiguo extravío del cual hay que parar o de lo contrario, vamos al abismo. Esta tenaz sentencia, la escribió el gran poeta colombiano, Gonzalo Arango, fundador del Nadaísmo. Sin embargo, si hay un extravío, la mente humana tiene la capacidad de corregir el rumbo, pero aquí se presenta un interrogante: ¿Cómo corregirlo? Es la gran pregunta. Para dar respuesta a este interrogante, es preciso tener en cuenta que “la mente es egocéntrica, busca sobrevivir a cualquier costo, incluso si el precio es mantenerse en la más absurda irracionalidad”. En la historia hay un ejemplo de una mente demasiado egocéntrica, de una irracionalidad sin límite que causó una tragedia de una inmensa magnitud: el absurdo desastre de Hiroshima y Nagasaky. El entonces presidente de los Estados Unidos, Truman, tomó la decisión y autorizó el terrible cataclismo atómico, pero igualmente este evento como otros desastres de guerras, también tiene una respuesta obvia: la historia de las guerras, es la historia de la humanidad. En la historia de las guerras, existió otra mente desquiciada que produjo otra hecatombe: la alucinada, obsesiva y demencial mente de Adolfo Hitler.

Pero hubo otras mentes de gran prodigio, entre ellas, la de Thomas de Alba Ericsson. Estos ejemplos son para reiterar que la mente humana puede lograr grandes descubrimientos en pro de la humanidad, pero igualmente puede destruirla o magnificarla por medio del amor o el odio. Aquí surge otra pregunta: ¿amamos u odiamos?
En sicología hay una ley, la ley del olvido. El ser humano nació con la capacidad de perdonar con amor y olvidar. La Madre Teresa de Calcuta, dice,”todos tenemos un pasado que perdonar y que olvidar”.
El ego juega un papel importante en esto de perdonar y olvidar. Si se resiste a no perdonar y mucho menos a olvidar, entonces la persona vivirá con resentimiento, rencor u odio en su alma, puesto que tiene las heridas abiertas que otros seres le han causado. Esto le produce un sufrimiento que le puede generar algunas patologías no sólo a nivel sicológico, sino también somático.
La única forma de salir de esta situación, es perdonar y olvidar los eventos pasados, pues el pasado hay que sepultarlo, es preciso cerrar los círculos para vivir un presente feliz, y ser exitoso.

La intención de este ensayo, es la de mostrar cómo la mente humana con odio, es capaz de trascender los límites de la razón y lindar con la locura para ocasionar daño, o, hacer con amor descubrimientos y alcanzar grandes logros para beneficio de la humanidad.

Ahora bien, el instinto gregario es inherente al ser humano, es decir, vivir en comunidad para satisfacer su necesidades. Para ello, se asocia, conforma la sociedad que está determinada por el estado, en la cual, el individuo renuncia mediante el sufragio universal a su voluntad, y la delega en una voluntad superior que está por encima de él y de la sociedad: el ESTADO.
Hablo del Estado porque los representantes de él, sean grandes potencias o Estados pequeños, son seres humanos dominados por sus mentes y son los que deciden, pues ya el individuo como tal, mediante el “Contrato Social”, ha renunciado a su voluntad individual, para delegarla en una voluntad colectiva, que es el jefe de Estado, (presidente), y ante esto, el individuo es impotente para impedir los desafueros que comenten los jefes de Estado, como son las guerras y otras desmesuras del poder.

miércoles, 25 de agosto de 2010

LLUVIA

Era un infame verano secando flores de violetas
que tranquilas dormían en el remanso
de un edén.
El turbulento verano, como un huracán,
arrastraba mariposas y libélulas que revoloteaban
en el viento de las días,
marchitó las violetas.
Él caminaba bajo un sol de antiguas nostalgias
en busca de recuerdos que naufragaron
en la barca del olvido,
en una tormenta de adioses, sueños, ilusiones y esperanzas fallidas
que la memoria de los siglos aún recuerda.
Después de la borrasca de adioses, sueños, ilusiones y esperanzas fallidas,
llegó ella, Lluvia, y con su feliz advenimiento,
el verano se tornó en primavera,
las violetas renacieron,
y del naufragio emergieron los recuerdos.
Y el poeta dice que él se quedó ahí,
contemplado el milagro de su nombre,
porque ella se llamaba Lluvia,
que con sus gotas de amor, regó el verano que se volvió primavera.

CARTA PARA CAROLINA DEL MAR

Querida hija, esta carta que te escribo es para contestar la tuya que me hiciste con ocasión de tu último seminario de Caminos Adolescentes como elenco que fuiste.
Fue tu tiempo de reflexión y de apoyo a los nuevos participantes en el cual cumpliste con tu misión de servir en una doble dirección: de una parte, apoyando a aquellos contemporáneos tuyos a quienes no conocías, y que hoy, son tus amigos para toda la vida.
Fuiste a cumplir con la misión del Caminante, brindándoles a ellos incondicionalmente tu luz y tu amor. Devolviste con creces lo que otros un día te dieron cuando fuiste participante.
Y por otra parte, igualmente fuiste a apoyarte a ti misma para crecer y ser cada día mejor persona.
Yo recibí tus bendiciones y toda la luz que con mucho amor me enviaste desde tu lugar de reflexión a fin de sanar la terrible enfermedad que por varios meses afectó mi salud y mi tranquilidad.
Fue un trance demasiado difícil que me produjo desequilibrios y perturbaciones emocionales hasta el punto de sentir depresiones jamás antes sentidas, no sólo por la incapacidad en la cual me hallaba, sino por la angustia de no poder seguir apoyándote ti y a tu hermano, en el caso fortuito de que yo falleciese antes de verlos realizados.
Afortunadamente ya he recuperado mi salud y mi tranquilidad, aquella tranquilidad que perdí no sólo por mi enfermedad, ese terrible y funesto alcoholismo, sino por eventos o situaciones dolorosas del pasado que marcaron mi vida, la tuya y la de tu hermano, y que ahora es tiempo de pedirte perdón, y aunque yo ya me perdoné por el ridículo que hice, quizá sin conciencia de lo que hacía, y tú lo sabes muy bien y comprendes, el daño sigue siendo irreparable, pero irrepetible. Sólo el olvido sepultará en la fosa del tiempo el daño causado.
Yo aprendí de todo esto que ya pasó, que el que humilla o desprecia a un ser humano, cualquiera que sea su condición, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios que hizo, y tal vez las reciba aún mayores.
También aprendí cuando murió mi madre primero, y después mi padre, que intentar perdonar o pedir perdón o decir un te amo o un te quiero ante el sepulcro de mis padres, ya no tenía ningún sentido. Así fue, lloré ante sus tumbas, pero ya era demasiado tarde. Te digo esto para que no cometas mis errores, para que aprendas de mí cuando yo ya no pueda decirte más nada. Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo, y como ahora es tiempo de expresarlo, te digo que yo también cometí errores y de ellos algo aprendí, pero fue tarde porque ahora no es igual como entonces.
Me siento muy contento contigo por decirme que das gracias a Dios por tener un papá tan especial, que a pesar de los fallos que cometí contigo, tú me perdonas. Esa frece es grande como grande es tu corazón.
También me dices que te perdone por tus actitudes frente a mi, y que sabes que han herido mis sentimientos. Ya todo eso está perdonado, pues un buen padre sabe perdonar, pero también sabe enseñar.
Yo te dejo estas enseñanzas para que las lleves contigo por siempre, y digas con orgullo para tu propia dignidad, que tuviste un buen padre, y no un padre bueno, pues no son iguales, el padre bueno permite todas las desmesuras de los hijos, y eso les hace daño aunque él no lo crea.
Sólo me resta decirte que estoy muy orgulloso de ti, pues ahora te pareces a la hija que siempre quise tener. Decirte también que puedes contar conmigo sin condiciones, únicamente te hago recomendaciones por tu bienestar, y recuerda el cuento que de niña te ponía en el toca discos: Pedro y Lobo. El mundo está lleno de lobos disfrazados de ovejas.
Te quiero por siempre. Hija, se feliz, pues esa felicidad, la llevas en tu corazón y ha de acompañarte toda tu vida.
Ahora bien, esta carta tiene la intención de expresarte mi cariño y mi gratitud por ese amor filial que me profesas. Toma de esta carta lo que tú consideres positivo para tu crecimiento como persona, si hay alguna frase con la cual tú no convengas o no compartes, déjala, no es dogma, pues no siempre tengo la verdad, soy falible como todos los seres humanos, pero de lo que si estoy seguro, es que he aprendido con el dolor que causa el sufrimiento que cuesta aprender a vivir, y yo ahora he aprendido a vivir, porque aprender a vivir tiene un costo demasiado alto, pero cuando se cancela esa deuda, es un triunfo que produce felicidad, y con esas experiencias, se pueden derrotar la adversidades repentinas.
Con el cariño y el amor de padre, tuyo por siempre.

sábado, 21 de agosto de 2010

LÁGRIMAS DE CISNE

Sólo cuando se basa en la virtud,
y no en la utilidad,
la amistad merece ese nombre.
Aristóteles





Él llevaba en su canto la nostalgia de un deseo,
era su virtud, y murió cantando un himno de amistad
y por sus ojos llenos de alegría, como su canto,
brotaron lágrimas de lluvia que regaron el jardín de un edén
cual grieta abierta en el corazón de una ilusión.
Su himno fue utilizado, y la nostalgia de su deseo
también se marchitó. Así murió mi cisne, triste.
Mas no sentí dolor por su ausencia, sólo melancolía.
Mi cisne pagó con su muerte el precio que cuesta
una amistad profanada,
porque la amistad para él, era sagrada.
Desde aquel día en que mi cisne murió
siento que cada vez que muere un cisne
muere entonces una amistad,
pero no muere de muerte natural como murió él,
no, la mata el olvido, porque siempre que se olvida
y se abandona una amistad, muere un cisne
que riega con sus lágrimas
la nostalgia de una ilusión fallida.

lunes, 16 de agosto de 2010

OJOS DE ACEITUNA

Para encontrarte me faltó distancia
y me sobró tiempo.
La distancia que me separaba de tus
ojos de aceituna, se dilataba como un caracol en parto.
El tiempo que me sobró, encerrado
en la capsula de un reloj de arena, buscándote,
lo extravié recogiendo cada grano de arena,
pero encontré entonces en la arena de una playa,
unas manos de seda que dibujaban ternura,
la misma que expresaban
tus ojos precisos y terminantes.
El viento arrastraba la distancia, y el tiempo,
era un cascabel que sonaba al ritmo de tus caderas
de guitarra.
La lluvia, intrépida, como un romero,
perfumaba tu cabellera de tiniebla.
La distancia, el tiempo, la lluvia, la arena de la playa,
y todos eso recuerdos efímeros, que no volvieron,
se quedaron ahí, esperando como entonces,
a fin decirte que me faltó distancia y me sobró tiempo,
para ver tus ojos de aceituna que fulguran en tu rostro
cual luciérnagas en la noche constelada.

viernes, 6 de agosto de 2010

ANSIEDAD DE AMANECER

Esperaba con ansiedad el alba, para verte aparecer
entre los rayos de la flor matutina del sol.
El alba tardaba en llegar.
Yo estaba en una vigilia desesperada
soñando despierto una honda melancolía de angustia,
que me hacía flotar en un espejismo de quimeras
al filo de aquella noche de soledad,
por el delirio de no ver tu rostro rotundo
dibujado en los pétalos de esa flor al amanecer.
La aurora seguía en mora por llegar.
De súbito, en un silente sosiego me quedé dormido.
Cuando desperté, ya era el crepúsculo.
Llegó la noche, y todo era tiniebla.
Entonces, triste por no verte, me embarqué
en el último viaje del buque fantasma
y la rosa náutica de los vientos
arrastró mi barquito de papel
por piélagos lejanos
donde jamás pude ver tu rostro rotundo
dibujado en las luces del amanecer.