domingo, 12 de junio de 2011

CARTA DE CUMPLEAÑOS PARA LEONEL

Apreciado y querido hijo, este mes de agosto, es uno de los meses que más recuerdo en estos últimos años. Y lo recuerdo por tres eventos que se presentaron en mi vida en el año de 1.995: la muerte de mi mamá, mi papá y tu nacimiento. Fueron días funestos, y algunos días demasiado tristes para mí, sobre todo, porque supe desde el principio, que la muerte de mi mamá, era inminente: cáncer terminal de pulmón. Todos los días yo iba a la clínica de los Seguros Sociales, para visitar a mi madre, y recuerdo como si fuera hoy, que ella me dijo, “yo me voy a morir.” Esa frase me partió el alma, y me dijo además, sobándole el vientre a tu madre, “ponle al niño, Leonel, porque ese era tu nombre antes de que yo te adoptara.” Así se hizo. Ella murió, y a los tres días naciste tú. Y ese otro evento, tu nacimiento, me trajo mucha alegría, pero en medio del dolor que me produjo la muerte de mis dos seres más queridos, como fue la muerte de mi madre y de mi padre el mismo año, tan sólo con dos meses de diferencia el uno del otro, me sentí honrado con la Divina Providencia, por tu glorioso nacimiento.
Y al imaginarte ahora hecho un hombre, y muy distantes de mí, evoco aquellos días de entonces, cuando yo también tenía esos hermosos y locos años de la juventud.
También recuerdo tu primer cumpleaños, se hizo en la casa donde yo crecí.
El 10 del presente mes de agosto, tú cumples 14 años, lo celebro contigo en la distancia, pero cerca en mi pensamiento. Son mis deseos, que sigas creciendo, y que cada año que cumplas, acumulando experiencias vividas, te sirvan de apoyo para tu propio crecimiento como persona digna y honesta que eres.

Mi cariño te saluda y te desea toda la felicidad que te depare el destino que estás construyendo al lado de los tuyos.

Tu padre,
Carlos Segundo

NOSTALGIA DE OTOÑO

La gente no hace amigos, ¡¡¡los reconoce!!!

Vnicius de Moraes


A todos los miembros de la FUNDACIÓN LITERARIA ARGENTINA.


“El amor-amistad”, ese entrañable sentimiento de afecto
que nace en un instante, crece como maná y dura toda la vida,
es el que siento con nostalgia por mis amigos,
ahora que ha llegado el otoño,
ahora que las briznas del tiempo nievan mi cabeza,
ahora que me encuentro en la madurez de las estaciones que he vivido,
ahora que hago estas reflexiones, comprendo que el “amor-amistad”,
ese sublime y noble cariño que se siente por los amigos que ya se fueron,
por los que aún me quedan,
por los que todavía me faltan por reconocer,
por reencontrar en el tren del viaje de la vida,
por los que tampoco me han reconocido ni reencontrado,
ese amor-amistad, es más profundo, entrañable, y más arraigado todavía que el “amor-pareja”,
porque algunas veces ese amor, tan frágil como un cristal,
se resiente con la primera ofensa, entonces cierra afecto y abre distancia.
Escribir este poema, no tendría sentido para mí,
si no tuviese amigos a quienes ofrendarlo,
no para que me recuerden, sino para que me quieran,
y sepan también cuánto los quiero,
aunque estemos distantes en el espacio, pero cerca en el pensamiento.
Y a los amigos que me faltan por reconocer, por reencontrar,
les hago saber de ahora y para siempre,
que también tienen un lugar en el nido de mi corazón,
porque la amistad es el amor que nunca muere.

viernes, 10 de junio de 2011

CARTA PARA UNA ADOLESCENTE

A medida que crezcas y aprendas, esforzándote y buscando, es muy importante que persigas tus propios intereses y que nada te retenga.
Te llevará tiempo comprenderte a ti mismo de manera cabal y descubrir lo que quieres en la vida.
A medida que crezcas y aprendas, esforzándote y buscando, se que los pasos que des en esta travesía te conducirán por el camino correcto.

Susan Polls Shutz


Carolina del Mar, hoy te escribe el poeta que soy. Te escribo esta carta con esa sensibilidad que nació conmigo, te escribo con el amor que siento por las cosas bellas de la vida y tú eres la joya más bella y más preciada que la vida me ha otorgado, pero se muy bien que un día también partirás como lo hice yo, porque los “hijos no son vuestros hijos, son los hijos de los hijos de la vida.”
Cuando te miro, me veo retratado en ti, cuando te escucho, oigo mi voz, oigo un lamento triste que vibra en mis oídos con melancolía, porque comprendo el rigor de los bemoles de la etapa que estás viviendo y que todos hemos vivido.
Por eso, cuando sientas en tu alma de niña humana y sencilla que sangran las heridas que la vida ha causado en ti, y yo hago parte de ello por haber vulnerado tu corazón sólo por soberbia, cuando sientas el dolor que produce no hallar consuelo por la desesperanza y la desdicha que producen los sinsabores que a veces se padecen en la vida, cuenta conmigo, cuenta con tu padre, él también llora contigo aunque tú no lo veas llorar, él también sufre los rigores que a veces depara el destino, esas adversidades de la vida que obligan entonces al espíritu a superar los difíciles momentos del diario vivir, y nos hace crecer como personas, porque los fracasos no son otra cosa que triunfos por alcanzar para emprender el camino del éxito.
Por todas estas cosas que han sucedido entre nosotros, por los motivos que hayan sido, no importa cuales, tuyos o míos, he comprendido que no es fácil ser papá. Se aprende con los hijos, y tú me has enseñado con tu humildad tan difícil labor.
Ahora te pido dispenses mi intolerancia y mis desafueros para contigo. Yo perdoné a mi padre por su intolerancia conmigo cuando fui adolescente, por el mal trato que muchas veces recibí sin siquiera saber por qué, pero entendí que mi abuelo también fue así con él. Es algo generacional que viene de muy atrás, es una cadena que hay que partirle el eslabón de la intolerancia, ese nefasto paradigma con el cual debemos terminar, y lanzarlo al abismo del olvido y borrarlo con la pócima del amor, y perdonar como tú y yo lo hemos hecho. Perdonar a aquellos que de una u otra manera, conciente o inconcientemente, han hecho esa programación negativa desde nuestra infancia, porque quizá con ellos también hicieron lo mismo.
Tú eres mi niña bonita con tu carita preciosa, eres la joya más hermosa que el orfebre del universo creó.
Tú has de trascender y superar todas las adversidades y sueños fallidos que yo no pude lograr en mi adolescencia, fueron sólo sueños que quedaron soñados, sin embargo, mi sueño fue siempre escribir, y ahora lo he hecho realidad. Por eso, jamás renuncies a tus sueños, ellos te harán libre.

Carolina del Mar, eres una persona en formación, y eres grande como el mar de tu nombre de verso, eres el poema más hermoso que poeta alguno haya escrito. Llevas en ti la nobleza como la mejor de las virtudes, y también la humildad de la líder que eres. Tú sabes que la líder forja su mañana, deja atrás las noches funestas, los días aciagos. Como líder que eres, llevas en tu corazón por siempre el amor que nació contigo. Tú sabes perdonar y perdonarte a ti misma por tus fallos.
Ahora el poeta te dice, confía en tu padre, acata dócilmente sus enseñanzas, porque él quiere lo mejor para ti, y lo mejor que él desea para ti, es que cultives los valores y las buenas costumbres que necesita una persona en la vida, para vivirla con dignidad y decoro.
Hija, sé feliz, porque el universo te ha otorgado ese inalienable deber, porque la felicidad es un deber que tienes contigo misma.
Te quiere con toda la profundidad del mar de tu nombre, el poeta.

CARTA PARA EL HIJO QUE SE FUE SIN DECIR ADIÓS

Apreciado y querido hijo Leonel, no podía ni debía por mi condición de poeta, y más aún, por el sagrado deber moral conmigo mismo, y por mi inalienable derecho que tengo a la palabra, dejar en el olvido antes de partir para siempre de esta bella, contaminada, y única nave espacial, unas cuantas palabras para ti.
Se muy bien que tu afecto hacia mí, también se ha ido con tu partida como se va la luz del sol en el crepúsculo, y ha entrado entonces en los oscuros y profundos abismos de la tiniebla de la indiferencia. Yo te perdono, porque se que no tenías conciencia de la decisión que tomaste en ese momento que ahora está en el pasado y ya por siempre olvidado. Pero tengo la intención no disimulada, de decirte que tú tomaste esa decisión y, pensaste en ese momento, que fue la mejor decisión para la vida que estás construyendo.
Puedes tener la absoluta certeza de que he de respetar tus criterios y tus decisiones, porque para cualquier caso, en cuanto a decisiones se refiera que a futuro tomes, son tus propias decisiones, son el soporte o la estructura para construir tu vida, como el arquitecto que eres de tu destino y único arbitro de tu albedrío.
Hay un pedazo de la historia de mi vida, que tú no conoces, y pienso que llegó el momento de revelarte ese triste pedazo de mi pasado, pero que ya está superado y sepultado en el abismo del olvido, sin embargo, lo recuerdo con mucho amor, porque mi madre adoptiva me enseñó a perdonar. Yo también fui abandonado por la mujer que me dio la vida, y que no conocí, pues ella también se fue de mi vida, cuando apenas yo tenía pocos meses de nacido, por eso, esa emoción negativa que produce el abandono, ya no anida en mi mis sentimientos, pues si me abandonó mi propia madre, qué puedo esperar de otros? Y si ella me abandonó, no fue porque lo quiso, son caprichos del destino que a veces no comprendemos, pero que suceden como avatares del destino. Sin embargo, me dejó en buenas manos, y eso lo agradezco a la Divina Providencia.
Ahora bien, quiero que sepas que lo que más recuerdo de tu partida, fue el triste hecho para mí, de irte sin decir adiós. Pero tengo un bello recuerdo de aquel niño que dormía conmigo y jugaba al médico, dándome los medicamentos, cuando yo estuve en la convalecencia de la cirugía del corazón abierto que me hicieron.
Hay una canción muy profunda que habla de la vida. Se llama “EL CAMINO DE LA VIDA”, el autor es, Héctor Ochoa, él dice en unos de sus versos, refiriéndose a los hijos, “Y luego ellos se van, algunos sin decir adiós…”
Tú te fuiste sin decir adiós, y eso, me produjo una terrible melancolía como una decantación en todas las fibras de mi alma, y por un instante prolongado que no pude dividir en estaciones, vi los espejismos de la nostalgia por el hijo que se fue, pero, ¿qué podía hacer yo? Tú seguiste el camino de tu vida, así como yo lo hice un día, y eso, es el contenido profundo de esa canción.
Yo también me he perdonado por mis fallos, pero quiero que comprendas que mis desequilibrios, esa pérdida de la conciencia a períodos más o menos próximos, que hacían tabla rasa de la razón, en los cuales yo llegaba a casa ebrio, buscando refugio en el alcohol, simplemente obedecía al vacío que sentía al no hallar un poco de amor, sin saber siquiera que ese amor que yo buscaba, lo tenía en mi corazón, pues ahora entiendo lo que antes no entendía. Igualmente se muy bien, que el único responsable de mi infortunio, de mis derrotas, de mis éxitos fallidos y de mis debilidades como otro ser humano más que soy, soy yo. Ahora entiendo que el amor tiene límites, porque entonces un día me pregunté, ¿hasta dónde puedo amar, sin dejar de ser lo que soy? Eso fui yo: dejé de ser yo mismo, amé sin límites, y me extravié. Viví perdido buscando en otros seres un poco de cariño. Sin embargo, yo amé, y tú fuiste producto de mi amor, del sagrado y sublime amor de mis entrañas y de mis huesos.
Ahora, gracias a mi mismo, he superado la nostalgia que produce el abandono. Y te digo con toda la sinceridad de padre, que la melancolía que más sentí, no en el corazón ni en el alma, sino en los huesos, fue la nostalgia por tu partida sin decir siquiera, adiós papá, no por agradecimiento, sino por dignidad de hijo.
También he aprendido que la agresión por si, hiere mucho, y reconozco que fui demasiado agresivo en aquellos tiempos de conflictos cotidianos, de violencia intrafamiliar. Por eso entiendo por qué cerraste la puerta del afecto, y al cerrar la puerta más grande que tiene el ser humano, la inmensa puerta del afecto, abriste distancias, levantaste muros que ahora nos separan. Sin embargo, lo he aceptado con el estoicismo de un árbol, de un árbol firme de voluntad que avanza.
Tal vez te quede difícil comprender estas palabras, no por falta de inteligencia, sino porque aún eres demasiado joven, y todavía no has vivido lo suficiente, porque nadie aprende por la experiencia de otro.
Yo no entendía a mi padre cuando fui adolescente, vine a comprender muchas cosas de la vida y del amor, cuando ya él había muerto.
Entonces ahora tengo la certidumbre, de que tal vez algún día, antes de que yo muera, y ojala esté lejano en el tiempo, tú comprendas mucho mejor, lo que yo no comprendía por aquellos días de la adolescencia, cuando creía que el mundo era de azúcar, y todo era dulce sin conocer siquiera, el amargo del sufrimiento.
Con esta carta no quiero decirte que me quieras, pues el querer y el amar, son afectos iguales que el odio, y tú tienes el permiso de querer o no. Eso es un derecho como el derecho que se tiene a ser feliz.
Esta carta que ha de quedar para la posteridad, y que ya hace parte del libro de mi vida, tampoco es un epistolario de lírica ni de retórica, es mucho más que eso, es una reflexión que de algo te ha de servir para cuando tengas hijos, porque hijo fuiste, y un día padre serás, así como lo fui yo para ti y que seré tu padre por siempre y más allá de mis días.
Tu padre, Carlos Segundo.
Mi cariño y mi pensamiento te saludan.