miércoles, 16 de marzo de 2016

LA CARTA QUE JAMÁS ENVIÉ




Amiga, querida amiga, esta carta cagada de signos vacilantes e imprecisos, que tal vez jamás te envíe, la escribo para decirte que te has convertido en un ser entrañable para mí, como si fueses un ser de luz, de luz divina y radiante que ilumina mis oscuros días, en los que necesito más que tu presencia, tu distancia, porque sé que estás distante, infinita igual que el firmamento. Mas cuando miro al cenit, sé que estás ahí, por eso no te busco. No sé cómo llegaste a mi vida, no sé dónde estás, lo único que sé, es que aún no te he conocido de viva voz ni de cuerpo presente, porque sigues ausente, sin embargo, estás en mi pensamiento, incrustada en mi memoria, atada a mi sombra siguiendo mis pasos cual peregrina que viene a visitar el santuario de mi soledad. Esa soledad que se convierte en distancia para estar cerca de ti, porque la distancia acerca en el pensamiento y de facto, une en afecto, porque ambos estamos tan solos en este mar de soledades, que buscamos con afán el celofán del amor. El amor-amistad, ese entrañable amor de amigos, de esos amigos distantes como éste que te escribe. Es difícil comprender que a través de la distancia, de la ausencia de un ser de luz como tú, se pueda querer o sentir ese amor-amistad. ¡Qué ironía!, con tanta gente cerca, con tantas amigas que visitan mi santuario casi que cotidianamente, sólo tú estás en mi mente, distante, sin presente, sin pasado ni siquiera sin futuro porque sé que no llegarás, no te alcanzará el tiempo para llagar al cofre de mi arcano, en el que he guardado un lugar para ti, así como Zeus guardó en una caja todos los males del mundo que Pandora abrió y sólo quedo en la caja, la esperanza. Sé que tú no eres mi esperanza, tal vez seas la espera que nos separa, porque la espera, es el más sublime anhelo que he guardado como un relicario en el baúl de mis quimeras. Ahora bien, esos oscuros días que se han convertido a períodos más o menos próximos, en días de arco iris fulgente igual que alfanje dorado que corta la distancia y te acerca a mí en el pensamiento, ahora son radiantes días de enjambre de luciérnagas. Si tú supieras que todo esto que te escribo sin destino a ningún lugar, sin nombre a quien dirigir esta misiva, sólo la palabra amiga como nombre de destinataria y sin remitente, porque igual que te digo arriba, “que tal vez jamás te envíe.” Yo me quedaré cual heraldo que anuncia un porvenir que no ha de llegar como esta carta.  
Ya para despedirme, sólo me resta decirte que me lanzaré al abismo de tus besos, para naufragar en el mar de tus labios ardientes como delirio de volcán trémulo. Viviré la quimera de tu ausencia y buscaré el vértice de tu pubis para beber el almizcle de tu flor abierta al placer a fin de embriagarme y soportar el vértigo del deseo, la caída al abismo, el estrangulamiento de todos mis nervios como una decantación de los sentidos.
Te digo todo esto porque ya no soporto la soledad, el olvido, el silencio que es peor que la muerte, porque sé que tu silencio no es un acto fallido, es la realidad de una evasión tardía, una grieta en el pensamiento, un dolor infame en un alma enferma como la mía que para sobrevivir, necesita esa imperiosa sustancia que devuelve la vida a quienes han tenido la desgracia de haberla perdido.
Ya no eres entrañable para mí, eres una loca egoísta, posesiva que quieres controlar mi vida, no me permites ingerir esa sustancia, ese bálsamo que me devuelve la felicidad, por ti vivo la angustia, el temor, y por ende el abandono. He sido presa de tu perfidia, sin embargo te amo, pues fuiste el único amor que conocí en el mundano ruido de la miseria humana.    
    
Mi pensamiento te saluda.              

miércoles, 9 de marzo de 2016

BRIZNA DE OLVIDO

El río anuda al mar su lamento obstinado.
Pablo Neruda

Atado al río de tu olvido
fui mar abierto
como caracol herido
abismo de besos
escombro de tu perfidia
sentina de recuerdos náufragos.
Fuiste el río que amarraste mi destino,
la noche cayó al silencio
como brizna ebria.
Mi labios lascivos
bebieron el efluvio
de tu pubis abierto
como orquídea hirsuta
plena de placer,
ávida de amor urgente.
Anudaste el recuerdo
lo dejaste anclado
cual lamento obstinado,
abandonado en la playa
de ese mar que fui.