jueves, 25 de marzo de 2010

CARTA DE SEPARACIÓN CONYUGAL PARA NORELIS

Norelis, en aquellos locos tiempos del noviazgo, cuando íbamos a Taroa, no imaginé la posibilidad de la separación conyugal, pero la veía venir, pues alcancé a vislumbrarla cuando escribí, 18 años antes de la ruptura irrevocable de nuestra triste y célebre relación conyugal de facto, GUIRNALDA DE PALABRAS. Con ese poema, tuve la visión anticipada de lo que años después, sería la ruptura de esa relación de pareja por conveniencia que tanto daño nos hizo, no sólo a nosotros, sino a Carolina y a Leonel, porque jamás tuvimos un instante de felicidad, aunque parecíamos felices. Aún recuerdo muy bien que te dije desde el comienzo de nuestra relación amistosa, que se convirtió en lo contrario, “es mejor tener una buena amistad bajo el mutuo respeto y la recíproca elección de decidir no continuar, si la relación amistosa no funciona.” No fue así, porque tú quisiste una relación de pareja como se concibe en esta saciedad. Sin embargo, y muy a pasar de los cotidianos conflictos, muchas veces por cosas demasiado triviales, y después, por mi agresión contra ti, en mi casa aún siendo novios, y que después tú me perdonaste, por la mediación de Estela Durán y mi hermano, acordamos de manera recíproca, seguir adelante con la relación. Sin embargo, estuve muy lejos de sospechar que había un interés no muy claro para mi, porque dice Walter Riso, en su libro, LOS LÍMITES DEL AMOR, “no es honesta la persona que vive con otra, por intereses económicos, políticos, sociales…” Pero no voy cuestionar qué tipo de interés hubo de tu parte, porque mi único interés y compromiso de entonces, era cumplir con mi deber como padre, pues sin previo acuerdo mutuo, quedaste embarazada de Carolina, y que después de quince años de sufrimientos innecesarios para mi, me dijiste, “desde que estaba embarazada de Carolina, ya no te quería.” Y más absurdo aún, sabiendo y siendo consciente de que ya tú no me querías, optaste por otro embarazo, y nació Leonel. Todo esto y otras cosas que ya he sepultado en el cementerio del olvido, fueron aumentando una ansiedad demasiado creciente en mi, ansiedad que me conducía por los terribles rediles de la angustia y la depresión, pero yo no lo entendía, por eso, me entregué al alcohol y la droga, buscando en esas sustancias, llenar un vacío afectivo y un abismo de desamor imposible de tapar con los escombros del olvido. Yo no sabía siquiera ni comprendía entonces, que con esa conducta proclive de mi parte, no sólo me envenenaba la sangre, sino que destruía mi espíritu, y la consecuencia de mi estupidez, irremediablemente fue la cardiopatía que padecí, y que por poco o casi nada, me hubiese provocado la muerte. Di pasos en falso, estuve al borde de un hondo precipicio, y quise en un momento de tristeza profunda, precipitarme, saltar al abismo al cual me conducían esos estados depresivos, porque sentía un temor puntilloso, un sabor ácido en la garganta y una decantación de todos mis nervios, que estrangulaban cada día más mi espíritu, y me sentía solo y pobre de espíritu, porque “la más terrible pobreza es la soledad y el sentimiento de no ser amado.” Pero el único responsable de mi pobreza de espíritu y falta de amor propio, era yo. Ya lo he comprendido y aceptado, y aunque tú me lo señalabas, yo no lo aceptaba, porque la misma situación en la cual me hallaba, hacía tabla rasa la razón, porque la urdimbre de esa madeja en la cual me encontraba enrollado como una araña en su propia red, no me dejaba razonar.
Yo se que con mi comportamiento, cerraba afectos y abría distancias, por eso el daño fue irreparable, pero aprendí de mis errores, y he recobrado mi lucidez. Y lejos de imaginar lo que a futuro el destino nos depararía, esa fue la vida que nos tocó compartir por casi 18 años, en los cuales la única victoria, fue la distancia, en la cual, el desierto del desamor, será por siempre el espejismo de una pírrica realidad.
Ahora entiendo más que nunca, el muro que construí con mis actos, el muro de la nostalgia que me separa de Carolina y Leonel, un muro que ni yo ni el tiempo derribará, porque las secuelas de la separación son irreparables, son la fractura del cristal del amor que jamás será el mismo, aunque se vuelva a fundir en el crisol del perdón. Esta carta la he podido escribir, recogiendo de ese infausto pasado, las astillas dispersas del espejo roto de mi memoria.
Entonces, por los continuos altercados, por la falta de amor e incomprensión recíproca de algunas situaciones, que aún no estaban claras para mi, todo desembocó como un río de aguas turbulentas en un mar de desgracias, como el fatal accidente de Carolina, del cual no te responsabilizo por tu falta de imprevisión. Fueron una serie de eventos sin inventario, que acentuaron más todavía la inminente ruptura de esa triste célebre relación de pareja, que más bien parecía una relación de enemigos, porque la factura de cobro, tuvo un alto costo como en todas las rupturas de relaciones conyugales, y por ende familiares, en la cual ambos actores son responsables.
Sólo me resta decirte, que agradezco la especial atención que tuviste para conmigo, durante el período de mi enfermedad cardiovascular, y en la convalecencia de la cirugía de corazón abierto, sin embargo, de mucho me sirvió que me hubiesen abierto el corazón, porque ahora, con mi corazón remendado, tengo mucho amor para mi, pues así, he elevado mi autoestima y mi nivel de conciencia. Muchas gracias por los favores recibidos de tu parte durante todo el tiempo de la vida que nos tocó compartir. Gracias por los efímeros instantes de felicidad que me brindaste, y que juntos vivimos bajo el temor mutuo, bajo el desamor, bajo la desconfianza reciproca, y bajo todas las penalidades y sueños fallidos.

Mi pensamiento te saluda.

domingo, 14 de marzo de 2010

COSAS QUE SE DICEN SIN PENSAR

Primero que la inteligencia,
estuvo la estupidez del hombre.
Antonin Artaud

Hay cosas que se dicen sin pensar, sin inteligencia,
que dejan huellas en el corazón
que no se borran con una disculpa
son cosas como una antorcha que flamea en la memoria
que no las extingue el tiempo.
Hay cosas que se dicen sin pensar,
que hieren el fuego del alma
que no las apaga el viento
que no las ahoga un diluvio
que no las destruye el olvido.
Hay cosas que se dicen sin pensar,
y llegan tan hondo
que no tocan fondo
siguen rasgando el pensamiento
y torturando la memoria.
Hay cosas que decimos sin pensar
que marchitan el espíritu,
arrugan aún más la tristeza,
y vulneran más todavía los sentimientos.
Hubo cosas tan estúpidas y terribles,
que un día dijimos sin pensar,
que no sólo mataron la esperanza
sino que nos hundieron
en el abismo del dolor como náufrago
ya sin la posibilidad del perdón,
porque entonces, fatalmente perdimos
a quien tanto nos había querido.
Fue demasiado tarde,
porque dijimos palabras de ofensa sin pensar
que igualmente hubiésemos podido decir con amor.
Dijimos cosas que ni el olvido podrá borrar,
dijimos cosas terribles e inicuas
que vulneraron el sentimiento
de un ser que nos hubiese pudo amar, porque “las palabras dichas
en un momento de ira
pueden seguir lastimando durante toda la vida
a quien herimos con ofensa.”