domingo, 23 de enero de 2011

NOCHE MARINA

Una noche me detuve frente al mar.
Las gemas de luces celestes
titilaban con sus chispas de bengala
como vértigo de luciérnaga en fuga.

La luna proyectaba un claroscuro,
como una acuarela con matices
negros y grises que daban la apariencia
de una pintura al óleo de ceniza mojada.

La luna se fue alejando cual recuerdo en olvido
y el sol fue llegando con sus profusas luces.
Yo aun estaba ahí, contemplando la bóveda celeste.
Al amanecer, el mar despertó con el susurro de las nubes.

Fue entonces cuando vi ese azul de cielo proyectado en el mar,
con más matices que el azul de metileno.
Era como una acuarela turquí en arreboles.

El azul fundamental
igual que la intensidad del azul cobalto
formaba otros azules
de tonos policromados diseminados en el cielo.

De repente, como un suspiro,
el violeta rayado de amarillo
se diluyó en el verde, y el rojo,
cambió al azul tornasol.

De esos colores de fantasía
se vistió el vesperal
para tu llegada a mi memoria.
Estuviste en mi pensamiento por un instante prolongado
y yo, silente, esperé de nuevo el regreso de la noche.

Todavía estoy ahí,
frente a mi mar azul, transparente y terso
haciéndote este verso e imaginándote
cual lucero que me mira,
con el brillo de tus ojos de mar, esta noche marina.

sábado, 15 de enero de 2011

LOS FUNERALES DEL FUTURO

La Internet, es uno de los medios de comunicación más eficientes, porque nos permite estar conectados de manera permanente e inmediata con el mundo. También sirve para pasar el tiempo viendo voluptuosas mujeres desnudas, mostrando su pornografía, y hombres vendiendo la imagen erecta de su virilidad comercial.

Igualmente nos llegan por este medio de comunicación, correos electrónicos interesante que nos hacen crecer como persona, pero así mismo llegan otros que deprimen el espíritu y desgarran el sentimiento del amor que debe tener el hombre por el hombre. Me refiero a las imágenes deprimentes de niñas recién abortadas, y tiradas en las calles de la China Continental.

Madres que se ven obligadas a mal parir, y botar a la basura a sus hijas, sólo porque una ley china no permite más mujeres, como si las mujeres allá fueran engendros del demonio.

“El Mundo está loco, loco, loco”, fue una película cómica que vi cuando yo era un adolescente, y creería que el mundo era una manzana. Ahora creo que el mundo no está loco, sino que está enfermo, lo veo gravemente enfermo, cuya patología está fuera del control de los mejores científicos y patólogos del planeta.

Hoy día, cobra más vigencia una frase de un poeta y dramaturgo francés, Antonin Artaud, quien fue internado en el sanatorio mental de Rodez, en Francia, por pensar demasiado, y cuestionar la psiquiatría moderna y la medicina. Él argüía que eran los enfermos, los que tenían que aprovisionarse en las farmacias, pero él no, porque él era “un toxicómano voluptuoso y organizado”, y la medicina tenía la obligación de suministrarle la sustancia que le devolvía la tranquilidad a su espíritu (se refería al ministro de la salud de Francia de entonces). Le fue extraído el lóbulo central del cerebro, y sometido a choques eléctricos. Finalmente murió en el sanatorio mental de Rodez. Por supuesto, para la psiquiatría moderna, Artaud estaba loco. Él necesitaba la morfina para aliviar el dolor que le causaba una terrible enfermedad que atacó su cerebro desde niño: meningitis. Artaud dice en uno de sus libros, “primero que la inteligencia, estuvo la estupidez del hombre”.

Cito a Artaud para dimensionar el tamaño de la desgracia que se acerca, la terrible amenaza a que se verá abocado en los próximos diez años el mundo, por la estupidez del hombre, pues el mundo no está loco, está enfermo en el invernadero de cuidados intensivos del universo, y le queda poco tiempo de vida. La aterradora patología se llama CALENTAMIENTO GLOBAL SEVERO, y es irreversible. El diagnóstico fue publicado en Internet el sábado 3 de febrero del 2007 en LA CRONICA DE HOY. Dice el título, “Expertos advierten que calentamiento global de la tierra es irreversible”.

El grupo científico más acreditado en el mundo sobre el cambio climático formalizó ayer su primera advertencia con una conclusión tajante: “el calentamiento del sistema climático es inequívoco”, la causa es “muy probablemente” inducida por el hombre y “continuará por siglos”.

En uno de los apartes de la página encontré que Calentamiento global es la teoría basada en observaciones que muestran un aumento en la temperatura media de la atmósfera terrestre y de los océanos en las últimas décadas y que predice, a partir de proyecciones basadas en simulaciones computacionales, un crecimiento de las temperaturas en el futuro, en el cual estaremos cocinándonos a fuego lento o congelándonos. La variante antropogénica (efectos producidos por las actividades humanas) de esta teoría predice que esto sucederá si continúan las emisiones de gases de efecto invernadero. La opinión científica mayoritaria sobre el calentamiento del clima dice que “la mayor parte del calentamiento observado en los últimos 50 años, es atribuible a la actividad humana”. Al parecer, todo indica que la principal causa del calentamiento inducido por los humanos, se debería al aumento de las emisiones de dióxido de carbono. Una de las consecuencias de estos cambios extremos, es la disminución en los volúmenes del agua potable en el planeta, porque al desaparecer los bosques y los nevados, disminuye el caudal de los ríos. En consecuencia, la humanidad se verá retada a enfrentar una nueva guerra: la guerra del agua, pues los países que tienen glaciares como Chile, ya están en la mira del gran país del Norte, que so pretexto de “terroristas”, invade e interviene en cualquier país que no se someta a sus pretensiones imperialistas. Los EE. UU, de Norteamérica, tienen mucha responsabilidad en este fenómeno climático, y se niega aún a firmar el tratado de Kyoto. Ahora bien, para reflexionar a cerca del tema en cuestión, “El escenario que plantea la película El Día Después, protagonizada por Dennis Quaid, esboza una secuencia que muchos expertos predicen como plausible en el largo plazo si no se toman medidas”. Entonces, “lejos de la ficción, la Tierra hoy parece enloquecida” y no sólo porque la furia de Katrina devastó parte de la costa de los EE. UU, sino que en pocas semanas se vieron inundaciones con decenas de muertos (funerales que ahora están en el pasado) en el centro y este de Europa, olas de calor con sequías devastadoras en España, Francia e Italia; un tifón en China, una lenta pero persistente desertificación en África ¿Qué está pasando?”

Yo me pregunto entonces sin pesimismo, con base en el fundamento científico de los que de verdad saben cómo está el planeta del cual el hombre se ufana en decir, que es el único del sistema solar con vida, me pregunto, si el planeta azul volverá a los tiempos seculares de las tinieblas glaciales o si retornará a las llamas apocalípticas de los tiempos bíblicos, cuando Dios aún no había separado la luz de la oscuridad, y todo era caos. Sin embargo, lo que está por suceder no me produce pánico, me produce un cierto malestar porque las próximas generaciones no tendrán las condiciones naturales que tuvimos nosotros. Pero si soy consecuente con mis principios dialécticos, científicos, debo admitir que el universo se expande y se contrae, y dentro de esta teoría está la no destrucción, sino la transformación de la materia en energía y viceversa, porque la energía es igual al producto de la masa (materia) por la velocidad de la luz al cuadrado, es decir, que la masa o materia bajo estas condiciones, se transforma en energía. Esta teoría demostrada por Albert Einstein, contribuye aún más a la teoría fundamental de la evolución del universo. La Vía Láctea, la tierra y todos los planetas del sistema solar nuestro, evolucionan, y los cambios que están sucediendo en la tierra, obedecen a la evolución de la “inteligencia” humana que como un catalizador, ha acelerado el proceso. En consecuencia, el planeta tierra, ha sido arrastrado por un antiguo extravío del cual hay que parar ya o de lo contrario, vamos a los precipicios del caos y la destrucción.

Dentro de muchos millones de años, miles de millones, el sol que hoy nos alumbra se apagará para siempre mediante un proceso natural, será un punto negro flotando en el universo como una inmensa bola de carbón quemado, un fósil sideral que se tragará a los planetas que giran en torno de él, inclusive la tierra. Esto lo plantea la teoría del Big Bang, dentro de la teoría de la relatividad que supone, que la única verdad absoluta, es que todo es relativo. Pero lo que está sucediendo con la tierra ahora, no es natural. Entonces, “el calentamiento global de la tierra y el deterioro del medio ambiente” no es otra cosa que la confirmación de la célebre sentencia de Artaud, pues el hombre no fue inteligente con el tratamiento que dio a la ecología, fue estúpido. Esto era inevitable, pues no obstante, como todos los grandes logros de la inteligencia, que no sólo proyectan luz sino también sombras y ocasionan a la humanidad disgustos y calamidades además de ventajas, a partir del descubrimiento de combustibles fósiles, de la revolución industrial, de las explosiones y experimentos nucleares, y de todos los inventos que han contribuido al desarrollo mediante la utilización de la “inteligencia” humana, el resultado era inequívoco y por ende absurdo. Este es el precio que ahora la humanidad está pagando por el progreso dentro de un desorden muy difícil de controlar, pues hay demasiados intereses políticos y económicos de las grandes potencias que ya están listas para abandonar la tierra. De no ser así, ¿por qué invierten tanto dinero en la construcción de plataformas extraterrestres? Sin embargo, con relación al tema en cuestión, surge un interrogante: ¿entonces cómo no aprovechar los combustibles fósiles, el descubrimiento de la energía nuclear, etcétera? La respuesta a esta pregunta la tenían los Incas, Aztecas, Mayas, Taironas y otros imperios del pasado que llegaron a un gran desarrollo cultural, antes de ser invadidos y destruidos por la “sabia” cultura occidental.

Ahora bien, es aquí donde surge la gran pregunta romántica, ese cuestionar del sentimentalismo inherente a los poetas y escritores, simplemente por ser demasiado humanos. ¿Qué vamos a hacer ante la descomunal desgracia que nos espera, y qué herencia ecológica le vamos a dejar a nuestros hijos?, La respuesta es de una profunda reflexión, porque todo lo que afecta al medio ambiente, afecta en mayor proporción al hombre, pues ante una arremetida violenta por la naturaleza como las que ya están sucediendo, vastos incendios forestales y heladas, tsunamis, pandemias, terremotos y otra desgracias que todavía no conocemos. Entonces seremos impotentes e incapaces de enfrentarlas, y no se podrá decir que es la voluntad de Dios, sino la del hombre que con su “inteligencia”, no ha podido inventar el remedio para la enfermedad del planeta, porque es una enfermedad terminal e irreversible.


La madre tierra nos está cobrando demasiado caro el tamaño de la estupidez, y digo, nos, porque todos estamos embarcado en una nave en la cual somos pasajeros que viajamos en ella al garete para ninguna parte. Navegamos en un inmenso transatlántico por los océanos del universo como un náufrago sideral que surca las fronteras del tiempo en busca de los lindero de la razón para resarcir el daño ya irreparable e irrepetible, porque madre naturaleza sólo hay una, y no habrá otra jamás. Viajamos vivos y muertos, pobres y ricos, blancos y negros, porque ante la magnitud de esta desgracia, todos somos iguales.


La tierra es un inmenso trasbordador en el cual viajamos sin la oportunidad de devolvernos en el tiempo ni en los espacios ya perdidos, donde cada astronauta que somos, estamos viendo por las ventanillas del trasbordador, el desconsolador panorama que nos depara asistir a nuestros propios funerales: la deprimente e increíble realidad de Los Funerales del Futuro.

La intención de este ensayo, es la de llamar la atención de aquellas personas que de verdad aman la vida y les duele el dolor del mundo. Es la de sensibilizar con mayor fuerza el instinto de la supervivencia y reafirmar más todavía, el aprecio que sienten los poetas por la madre tierra, mal tratada por sus propios hijos, porque aunque ella no llora ni se queja, nos está expresando con lo que acontece, que está enferma, nos está diciendo que no la dejemos morir todavía, que cesen las pruebas nucleares en sus mares, que eliminen el consumo de combustible fósiles, que paren la tala indiscriminada de bosques, que abandonen la persecución infame y sangrienta de animales sólo por el valor comercial de sus pieles como las nutrias, de esos inermes animales hermosos como las ballenas, perseguidas y acecinadas ya en vía de extinción, porque el día, y ojalá esté lejos en el tiempo, que se rompa para siempre el equilibrio ecológico, se romperá igualmente el cordón umbilical que nos une a nuestra madre naturaleza, y entonces los poetas no tendremos más nada que decir. Y no lo diremos no porque murió la fuente de inspiración, la naturaleza, no podremos decirlo porque estaremos en otra dimensión, más allá de éter, donde tal vez ni Dios nos pueda consolar, porque aquí vivimos días lúgubres con este panorama. Pero también vivimos días felices en los cuales todo parecía primavera y, jamás imaginamos que un día, llegaría un otoño lánguido cubriendo con su manto de hojas secas, los sueños que soñamos de niños, sepultando ya para siempre el milagro de la vida.

Entonces ya no será posible ni siquiera, evocar en la memoria de los siglos, el canto alegre de las ballenas, las danzas acrobáticas de los delfines, los colores del mar en crepúsculo, el blanco impoluto de los nevados, la majestuosidad de las montaña azules, los arreboles policromáticos de los llanos, las briznas de arco iris al alba, y ya no cantaremos a las mujeres, los cantos de amor del Cantar de los Cantares del rey Salomón.

jueves, 13 de enero de 2011

"HACIA LA CONQUISTA DE LA NADA"

El verdor de los campos y los sueños del hombre
son frases enigmáticas escritas por el sol.

Fernando Núñez Del Castillo


“Hacia la conquista de la nada”, es el título de una magistral obra de teatro del dramaturgo y dramaturga, Jairo Donado Pinto y Aminta Salas Vittorino. Esta obra de teatro, a la que asistí, fue presentada en el teatro Santa Marta en el XXI Festival Internacional De Teatro Del Caribe. Más que una obra de teatro, esta pieza de la dramaturgia colombiana, es ante todo, una tenaz crítica al imperialismo norteamericano representado en la obra por el Tío Sam como personaje que todo lo compra. Es una profunda reflexión, es una severa advertencia a la especie humana, para que preserve el planeta que entonces fue un edén, y que hoy no es otra cosa que una inmensa bodega de basura plástica y ojivas nucleares, y sobre él, pende como un potencial cataclismo, la espada de Damocles, porque tal vez un día, y ojalá no esté en ningún tiempo, “el verdor de los campos y los sueños del hombre”, sigan siendo “frases enigmáticas escritas por el sol.”
El planeta se encuentra amenazado por un exterminio apocalíptico, una desgracia de incalculable proporciones, cuya magnitud no cabe en ninguna cabeza sensata, sino en las cabezas obtusas de quienes quieren perpetrar la temeraria “conquista”. Sería un desastre que dejaría fuera de control la más mínima posibilidad de salvación de cualquier ser vivo, excepto las cucarachas, y hasta las piedras quedaría fundidas por el calor del averno bíblico con el magma del tsunami de candela.
La obra de teatro trata el tema del peligro inminente de una provocada guerra con armas no convencionales, en cualquier parte del planeta donde haya conflicto.
Gabriel García Márquez, dice en un documento que se llama El Cataclismo De Damocles, que “un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo.” Estas afirmaciones no menos dramáticas que terroríficas, parecen el delirio temerario de un profeta que ha tenido la visión anticipada de una desgracia por venir, porque de profecía, podría convertirse en una realidad, de no frenar tan nefasto proceso que ya empezó con Hiroshima y Nagasaki.
Fidel Castro dijo recientemente en una intervención en público en La Habana, ante una multitudinaria manifestación de estudiantes, que Israel, con el soslayado apoyo de los Estados Unidos, planean una incursión militar contra Irán, de no detener su programa nuclear con fines pacíficos, para producir energía eléctrica. Y el ataque sería con armas no convencionales, a lo que Irán respondería en defensa propia. Lo que no se sabe, es con qué tipo de armas responderá Irán de llegar a suceder semejante estupidez.
Antonin Artaud, poeta y dramaturgo francés, dice, “primero que la inteligencia, estuvo la estupidez del hombre.” Creo que sí, porque la pretensión de esa dos potencias, parece un terrible acto de estupidez. Por eso, he puesto como título a este humilde ensayo, para contribuir también en algo a la paz del planeta, “HACIA LA CONQUISTA DE LA NADA”, porque yo me pregunto, ¿cuánto vale este negocio, qué precio tendríamos que pagar a fin de seguir viviendo en un mundo donde la vida seguirá siendo más barata que una sola bomba atómica? Igualmente me pregunto, ¿quién se atreverá primero a oprimir el botón de la magna desgracia?
Pienso que ellos, los poderosos que presiden las potencias del “miedo” y el “terror”, los verdadero terroristas, saben de sobra que con sólo oprimir el primer botón de la infamia bélica, nadie sobrevivirá al primer espanto, y el efecto dominó será inminente. La creación habrá terminado. El olvido será perenne y posible entonces, porque no habrá memoria que recuerde la más grande y colosal estupidez cometida por el hombre. El diluvio atómico cubrirá con sus ardientes átomos apocalípticos al planeta, y no habrá paloma que busque otra ramita de olivo en el desierto de la nada. Y esa otra muerte de cada noche en tiniebla que se llama sueño, será eterno.
De la humanidad entera depende que esto no ocurra jamás, de la gran familia universal, de la comunidad internacional. No como la concibe Las naciones Unidas, sino como se debe entender, “la gran fraternidad mundial”, porque no podemos permitir que un solo hombre, un estúpido desquiciado, en un instante, acabe con un proceso tan dispendioso y colosal, como lo fue la creación del planeta primero, y después la vida durante millones de años. Hubo de transcurrir 480 millones de años, para que el sol iluminara con una luz diáfana nuestro planeta, y cuatro eras geológicas, para que el pitecántropo viera la primera aurora.
“Un gran novelista de nuestro tiempo se preguntó alguna vez si la Tierra no sería el infierno de otros planetas. Tal vez sea mucho menos: una aldea sin memoria, dejada de la mano de sus dioses en el último suburbio de la gran patria universal. Pero la sospecha creciente de que es el único sitio del Sistema Solar donde se ha dado la prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a una conclusión descorazonadora: la carrera de las armas va en sentido contrario a la inteligencia.
Y no sólo a la inteligencia humana, sino a la inteligencia misma de la naturaleza, cuya finalidad escapa inclusive a la clarividencia de la poesía. Desde la aparición de la vida visible en la Tierra debieron trascurrir 380 millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros 180 millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos a diferencia del bisabuelo pitecántropo, fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y morirse de amor.”
Sin embargo, tengo la certidumbre de que no será así, que esta catástrofe mundial no sucederá, porque aún creo que el temor de los suicidas que quieren el extermino, los hará arrepentirse de conquistar la nada para no hacer de la Tierra el infierno de los demás planetas, y no permitir que un vendaval nuclear la desaparezca como los espejismos en los desiertos del universo.
Mi sueño, como los sueños de los hombres de paz, es convocar a una gran asamblea universal de poetas, para escribir al unísono un poema y lanzarlo a los confines del universo, que sea el testimonio de que aquí existió la vida, que le cantamos a ella y le dimos gracia, que vimos auroras y crepúsculos que inspiraron esos versos viajeros, que oímos el canto de los pájaros que surcaron el aire aún contaminado, pero fuimos felices con sus cantos, que vimos en los océanos la macha púrpura de la ballenas heridas de muerte, y lloramos con ellas, que presenciamos la matanza de focas a garrotazos, que sembramos una flor en una landa yerma, pero murió de tristeza porque ya no había agua, que también vimos un río que se convirtió en espejismo, y que nos dolió el dolor del mundo, porque un solo hombre, un Hombre Imperio, para detrimento de todos, con ínfulas de delirio de gran poder y de podrida grandeza, en su otoño, se embarcó en la temeraria aventura de ir en un viaje sin regreso, “HACIA LA CONQUIETA DE LA NADA”.

EL CAMINO REAL DE ENTONCES

El camino real de entonces, por el cual pasó hace 181 años en un coche tirado por un caballo a temperar en sus días postreros Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar, “el hombre más grande de la América latina”, como reza en el himno de la ciudad de Santa Marta, hoy se llama Avenida del Libertador. Esta avenida que otrora fue la más hermosa y única avenida de entonces, en la cual existían casa de arquitectura republicana, conduce al Santuario de San Pedro Alejandrino donde murió El Libertador, que es la única joya histórica que tiene Santa Marta para mostrar al mundo. Hoy, esta avenida está convertida en el canal de un río, no por el capricho de la naturaleza, sino por el desastre ambiental cuyo impacto apenas estamos viendo con un asombro y un desdén casi consentido, porque el pueblo samario parece que estuviese hechizados por los brujos de la élite política.
Una mañana, el mar amaneció con un color glacial y relleno con unas piedras blancas, inmensas como las rocas que trajeron de la Luna los expedicionarios del Apolo 11 que cumplió dicha misión. Esa mañana todo mundo se preguntaba qué de dónde habían salido esa piedra. Las piedras fueron sacadas a punta de dinamita de un cerro que queda por la vía que conduce a Bahía Concha. Por ahí cerca hay tres ojos de agua que estaban dormidos, pero las lluvias diluvianas que han caído sobre Santa Marta, despertaron a los tres ojos que comenzaron a llorar y cuyo llanto, subió el nivel freático. Ahora ese torrente de lágrimas es vertido de manera caprichosa a una quebrada que se llama La Lata, porque el impacto ambiental invirtió la pendiente de la montaña convertida en cantera, y todo el llanto que mana de esos taciturnos ojos de agua, busca el declive natural de la quebrada La Lata, desemboca en La Avenida del Libertador, y va hacia el mar buscado las piedras de la desgracia, que hoy padece Santa Marta por culpa no se sabe de quién, porque nadie quiere asumir la responsabilidad de esa hecatombe ecológica.
Santa Marta, que entonces fue una ciudad señorial, noble y culta, hoy parece una aldea extraviada en los tugurios de la desidia, por una clase dirigente que heredó los vicios históricos de la colonia, que trajeron a esta aldea de olvido y abandono, los primeros colonos salidos de los lupanares de España. La ciudad está convertida en un inmenso charco de aguas negras que se revuelven con las aguas lluvias, porque no tiene un sistema de drenaje pluviométrico, y el mar que antes era del azul fundamental del cobalto, ya es del negro de tiniebla, por la contaminación del carbón. El himno de Santa Marta que aprendí en la escuela, dice un su primera estrofa: “Dios te salve ciudad dos veces santa.” Todavía estoy esperando a Dios para que salve a esta mustia ciudad, porque agoniza como un náufrago en un mar de ceniza.

sábado, 1 de enero de 2011

APOCALIPSIS AHORA

La tiniebla se llevó el crepúsculo
la tarde se llevó la aurora
y ahora
una avalancha de lodo
se lo ha llevado todo.
Sólo queda la sombra de un jinete
de apocalipsis, de diluvio,
exterminio,
devastación y espanto,
de angustia líquida
como una vorágine proclive
que arrastra con el ímpetu de un volcán
los sueños tejidos
con brizna de esperanza
con hilos de ilusiones.
No puede haber alegría en una lágrima,
en el dolor
en el olvido
en noches baja la intemperie de las horas
de hambre
de tristes auroras que parecen noches
sin lunas
sin pan
donde la muerte es otro jinete
que cabalga sobre cadáveres
hundidos bajo el lodo.
Esa mensajera de apocalipsis ahora
cabalga sobre el caballo negro del horror y el miedo
sepultando alegrías con la guadaña de la desgracia
enterrando sin sepulturero los sueños de mi pueblo
que fueron tejidos con briznas de esperanza,
hilos de ilusiones.