miércoles, 14 de enero de 2015

CARTA PARA AMARANTA




Amaranta, esta carta que te escribo la hago para decirte que hace ya más de mil años que el mar canta su romanza de murmullo de olas a la luna, como evocando un recuerdo pleno y lejano, así mismo te lo digo, estas palabras son el murmullo y tú eres la luna.  
Evoco los tiempos ahora marchitos cual flores de cementerio  en el que sepultaste ese amor de mariposa que murió con tu adiós. Y te digo que fue amor de mariposa, porque voló a otra flor, y fue amor de aurora, pues al crepúsculo ya había fenecido como crisálida herida por la rosa de la amargura.
Yo te regalaba rosas convertidas en poesía, y tú me diste con la mano del desprecio, la espina del dolor, espina que acepté con la humildad  del bardo, de aquel poeta y trovador que compuso canciones y versos para ti, y hasta un madrigal que no escuchaste.
Ese amor que nació muerto en tu interior, quiero decir en tu alma, dejó en la mía la nostalgia de la agonía del marinero que extravió su rosa náutica de los vientos y quedó desorientado en un mar sin horizonte, sin la esperanza para hallar en una noche constelada, la estrella polar o algún indicio cósmico que lo orientara hacia otra playa.
Por ese cansancio en tu corazón  naufragué en el lago del delirio. Me convertí en un nepente, soñaba con luciérnagas que alumbraban el sendero de un tiempo azul como un río de pedernal, en el que creía y hasta veía mientras dormía, que nuestras vidas recorrían el camino de las ilusiones doradas en el que transitábamos, pero todo fue una falacia, porque llegó el heraldo de la vigilia, Insomnio, y me caí de esa nube, y me sumergí en las profunda aguas de Leteo para olvidar todo lo anterior al tiempo azul.
Para mí nada ha cambiado, sólo tú cambiaste porque se te llenó el corazón de cansancio. He seguido arrastrando la cadena de esa utopía. No ha sido fácil olvidarte, porque tendría que olvidar los poemas y el madrigal que escribí para ti, y hasta olvidarme de mí, pues todo lo he dejado escrito en el libro de mi vida, y eso no será posible jamás aunque camine por un laberinto de soledad y caiga en el abismo de los escombros del pasado y halle tu sombra, tu fantasma de fantasía que ahora es cuarzo quebrado como astilla puntillosa que perturba la sensatez.
El cadáver de tu amor, ese mismo amor que un día fuera para mí flor de primavera, ya es una calavera que yace insepulto en un campo santo, en la que en noches de misterio nadie busca tu amor perdido en la necrópolis que tu presencia profana, donde a otros amores muertos muy cerca de tu lúgubre tumba, un búho en la noche umbría canta una taciturna elegía.
Ahora bien, quiero decirte en esta carta metafórica y tal vez irónica, que todo lo que pasó entre tú y yo, son cosas que suceden en el amor. Pero no en el amor per se, sino que es la relación entre dos personas que un día tomaron la decisión de compartir sus vidas, y una de las dos se fue, se le cansó el corazón por la otra persona, porque el sentimiento de amor no es eterno, no dura toda la vida en la vida del otro. Yo entendí que tu amor por mí murió, feneció como fenecen las estrellas cuando dejan de brillar. Con esto que te digo, no quiero ser un Poncio Pilato, porque yo también un día me fui de la vida de otra vida, y me dolió el dolor de ella. Sé que a ti igualmente te dolió aunque nunca jamás me lo dijiste, lo manifestaste con tu silencio.         


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