Un día opaco como luna de invierno
en el que de tus ojos brotaron florestas de
esperanza
quise partir hacia el melancólico mar del
recuerdo,
mas me extravié en el sinuoso río del olvido.
Me pregunté, ¿quien habita en estos áridos parajes?
Sólo el intrépido viento trajo a mí
tu dulce voz como respuesta,
voz que me hizo recordar las lejanas noches
de luciérnagas
igual que montones de estrellas en vigilia
cuando eras mi religión
cuando eras todo eso,
todo aquello que queríamos ser
porque tú también decías que yo era tu
religión,
tu vida
tu esperanza,
todas las batallas en tu guerra contra el
mundo
batallas en las que te acompañé y que también
fueron mías,
porque éramos tú y yo.
Y fíjate ahora,
estoy solo, enfrentado esta reminiscencia
como náufrago en este nostálgico mar de
recuerdos
cuando ya han pasado los años y tanto tú como
yo, ya viejos,
somos sólo eso: reminiscencia, recuerdo vago
e impreciso,
amor disperso en el sinuoso río del olvido.
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