“Hay
ciertas realidades que todos deberíamos aceptar si queremos ser felices y
llevar una vida tranquila. No es fácil, lo sabemos, pero así nos gusten o no,
muchas de las cosas que nos suceden son inevitables”.
He
aceptado “abandonar con donaire las cosas de la juventud para cultivar la
firmeza de mi espíritu”.
He
aceptado que Dios es un misterio para mí, “y que no comprendo la eternidad…”.
He
aceptado que envejeceré y mis días terminarán, porque estoy hecho de recuerdos
y olvidos.
He
aceptado “que todo ello es pasajero y transitorio”.
He
aceptado que “mis padres no durarían para siempre, y que mis hijos poco a poco
escogerían sus caminos y proseguirían ese camino sin mí”.
“Tuve
que aceptar que mi apego a las cosas, sólo apresuraría aún más mi despedida y
mi partida”.
He
aceptado que soy frágil, que tengo límites, que soy mortal, que soy un pasajero
más del tren de la vida, y que en este viaje efímero me bajaré en la próxima
estación que se llama cemenrerio.
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