domingo, 1 de mayo de 2016

ENTRE SOMBRAS Y TUMBAS

A la memoria de Gabriel Escorcia Gravini
(Soledad, 1892-1920)

“Una noche de misterio,
estando el mundo dormido,
buscando un amor perdido
pasé por el cementerio…
desde el azul hemisferio
la luna su luz ponía
sobre la muralla fría
de la necrópolis santa
en donde a los muertos canta
el búho su triste elegía”.

Cuenta la leyenda que un vate leproso
cuando todos los mechones de Soledad
se apagaban y quedaban en reposo
entre sombras y tumbas
él iba a la necrópolis santa
vestido de blanco impoluto
a cantarle a la muerte.
Tuvo una novia que lo rechazó
por padecer el mal de Hansen,
esto lo lanzó al abismo de la lírica
y escribió bajo la sombra,
encima de una tumba,
los verso más fúnebres
de los poemas funerarios
para burlarse de la mujer que lo despreció.
Dicen que ella murió primero,
tiempo después,
esa noche de misterio,
el poeta volvió al cementerio.
Encontró la calavera de ese amor fallido
al pie de su tumba fría
no lloró, nada dijo
sólo escribió el poema de la venganza
para resarcir la perdida esperanza.
Le preguntó, ─donde está tu vil belleza,
que se hizo tu cabellera,
tus ojos de arpía─.
La calavera le respondió,
“¡Tú aquí tienes que volver,
y calavera serás!”.








 





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