lunes, 22 de febrero de 2010

CARTA PARA MI ÚNICA HIJA

Carolina del Mar, se muy bien que los hijos se emancipan, se van como el ayer, para seguir el sendero de la vida, que es una despedida, porque toda la vida es una despedida. Despedimos a nuestros padres, porque ya no los necesitamos, crecimos y nos fuimos. Despedimos a los hijos, porque crecieron y ya no nos necesitan, pero te fuiste sin decir adiós, aunque no estabas obligada hacerlo. Tu partida sin un adiós, sin un abrazo, no me dolió, porque ya no tenía a nadie por quien dolerme, pues se fueron mis padres para siempre, se fueron mis hermanos, pero aún viven. No sentí dolor por tu ida, sentí, siento y veo todavía los espejismos de la nostalgia, por una niña que jugaba conmigo a morderme cuando era pequeña, sentí una larga melancolía, por una niña que yo bañaba y llevaba a la escuela, sentí una larga tristeza, por la partida de una niña, que hoy es mujer, a quien yo le lavaba los pañales.
La vida es así, y esa fue la vida que nos tocó compartir. Una vida que no era vida para ustedes, porque yo sembré huracanes y recogí tormentas. Por eso, he aceptado la responsabilidad que honestamente me corresponde. Si tú hubieses conocido a qué obedecían mis desequilibrios, y me hubieses apoyado con tu afecto, tal vez te hubieras ido con un adiós y un abrazo, pero abriste distancia. La historia de mi vida, a pesar de los infortunios que desde muy niño viví, es hermosa. La mujer que me dio la vida, también me abandonó. Yo no sabía por qué lo hizo, pero en un viaje a la Guajira, supe la otra parte de la historia de mi vida, que mi mamá me contó cuando apenas yo tenía seis años.
Yo me fui de mi casa cuando fui adolescente, porque ya tenía desequilibrios emocionales, y regresé después de treinta años. Cuánto diera yo ahora por haber compartido todo ese tiempo al lado de mi papá, pero ya no hay nada que hacer, está muerto. Estas reflexiones de nostalgias las evoco, porque ahora hacen parte de mis memorias.
Quiero que recuerdes por siempre, aún cuando yo ya me haya ido, “que la vida no te quita cosas: te libera de cosas… te alivia para que vueles más alto, para que alcances la plenitud.” Ahora bien, no perdí una hija, tú te emancipaste para volar como los hiperbóreos, muy alto. Lo mejor de ti sigue en mi corazón. Sólo te digo que no hagas nada por obligación ni por compromiso, porque los abrazos no son regalos ni los besos compromisos, y nada tienen que ver con el afecto. Recuera también que la felicidad no es un derecho, es un deber, y tú debes ser feliz, y jamás te sientas sola, porque “la más terrible pobreza es la soledad y el sentimiento de no ser amado.” Sigue la ruta que has trazado para tu vida, y nunca renuncies a tus sueños, ellos te harán libre.
Mi cariño te saluda, tu padre, Carlos Segundo Quiroz Quintero.

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