jueves, 1 de diciembre de 2011

PARADIGMA DE UN HOMBRE FELIZ

Heme aquí postrado ante este absurdo paradigma.
Tuve demasiado dinero, que conseguí cuando dejé mi pueblo y llegué a La Gran Ciudad.
Compré una casa, pero no tuve hogar.
Compré el Big Ben de Londres, pero jamás tuve tiempo para mí.
Compré el tálamo de Morfeo, pero nunca pude dormir.
Compré la Biblioteca de Alejandría, pero no adquirí conocimiento.
Compré a Hipócrates, pero no tuve salud.
Compré una curul en el senado, pero no me respetaron.
Compré sexo, pero no tuve amor.
Compré la gloria de Alejandro el Grande, pero no tuve poder.
Y como Ulises, que harto de prodigios lloró de amor al volver y divisar su Ítaca, yo también lloré de alegría al regresar a mi humilde pueblo de donde vine.
¡Qué extravagante paradigma! ¿Para qué tanto dinero?

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