sábado, 26 de noviembre de 2011

NAUFRAGIO EN LA LUNA (Poema surrealista 3, último de la trilogía.)

Diógenes de Sínope, {el sínico}, levantó la lámpara para buscar un hombre, y no encontró a ninguno, sólo halló bestias, minotauros escapados de los dédalos del mundo destrozando palomas, {apagando vidas, ya marchitas en la última guerra}. Santa Lucía*, /la ciega/, vio por las cuencas vacías de sus ojos ausentes, el dantesco espectáculo de horror: era un dragón encadenado con el vientre abierto y las vísceras picoteadas por la maquinaria bélica del águila Imperial, (igual que Prometeo). En los abismos del olvido sólo se escuchaba el silencio de los difuntos, que despertaron en el cementerio que está encima de la nube de plomo fundido.
Los muertos por la guerra, deliran como los sobrevivientes calcinados por el espanto de la última explosión. El polvo y el humo de los continentes en llamas derrotan a la luz del sol. La oscuridad entonces se hace soberana absoluta. El cataclismo invierte el tiempo y voltea el curso del río Amazonas, cuyos delfines rosados muren de sed en las aguas ardientes.
Un gélido huracán abraza con sus tentáculos de hielo a la tierra, por cuyos bosques petrificados por el magma desfilan las cucarachas y los alacranes, único sobrevivientes a la magna desgracia, y sobre las cabezas de los responsables de la estupidez, como una saeta se incrusta la espada de Damocles.

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