jueves, 23 de agosto de 2012

CIUDAD DORMIDA

La ventana que miraba el horizonte
igual que ojo desorbitado en el crepúsculo
era el limbo del ombligo, una débil luz en la tiniebla, un pálido pabilo.
Estabas frente al mar con tus senos suspendidos del arco iris,
los colores iris formaron la nube en la que flotabas como nenúfar
en un mágico y lánguido lago.
El paisaje se tornó frágil y líquido
se quebraba a períodos próximos con la brisa,
se derramaba por el cordón umbilical del ojo,
que lloraba tu ausencia
tu recuerdo, la nostalgia de tu extravío,
lágrimas sanguinolentas rodando en declive
por tu pubis abierto en flor cual taciturna meretriz.
Gotas de sangre coaguladas
que desembocaron en el espejismo de un oasis existencial.
De súbito, apareció tu fantasma sombrío
eras tú Santa Marta, ciudad dormida, lúgubre, orgía de corruptela
que te hunde en las cenizas del olvido
con tus viejas casas coloniales
destruidas por la desidia de tus ciudadanos,
derrumbadas por el moho de los siglos.
Hoy yaces enterrada en el cementerio de la miseria
abandonada en la penúltima oportunidad
porque no tuviste la última.

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