El sol dejó en el horizonte
como una acuarela crepuscular
los últimos fulgores
de una inconclusa sinfonía de colores.
La tarde moría con el dolor de tu adiós,
un adiós melancólico igual que el fulgor
de un sol moribundo.
Y así…
también moría ese amor que nació marcescente
bajo el influjo del deseo
Mi dolor fue mayor que el olvido,
las gaviotas de un mar furioso
fueron arrasada por un huracán
hacia los abisales de la tiniebla bíblica
hasta cuando se hizo la luz…
y de los cálices y corolas
brotó un nuevo amor
fulgente cual sol en estío.
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