jueves, 12 de marzo de 2015

¿QUÉ MÁS QUEDA?

Mi vida se apagó dos vece
antes de su final.
Emily Dickinson



Bajo la red un cielo taciturno y gris
como una telaraña de espanto
aun suenan los clarines de la guerra.
En los jardines de minas
florecen las rosas del mal
devastando sueños todavía no soñados
(fetos en el vientre de mujeres prisioneras del terror).
Un soldado entona un himno
que no es el himno de la amistad,
es un himno de dolor,
un canto lastimero, un de profundis.
Alguien clama
implora
llora por los difuntos
en los cementerios
en las iglesias
en las calles
donde todavía
un ciego pide pan en un semáforo en rojo.
Nadie escucha
nadie ve porque están más ciegos
que el ciego del semáforo que ya pasó a verde.
Las cuentas del rosario del cura
ruedan como bolas
como bolas, igual que rumores
comentarios de radio
de televisión
de periódicos
con las mismas noticias trasnochadas
del siglo pasado, nefato siglo XX en el que nací.
Un proceso tan colosal y dispendioso como la vida
hoy se apaga
antes de su final
cual se apagan los sueños
las ilusiones
como se extinguen la abejas
portadoras del polen de la fertilidad.
¿Qué más queda?
Queda una aldea sin albedrío
sin rumbo tal aerolito extraviado
en los suburbios de universo.


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