miércoles, 7 de octubre de 2009

POR LOS DERROTEROS ARDIENTES DEL AMOR

“He aprendido que no puedo hacer
que alguien me ame, sólo convertirme
en alguien a quien se pueda amar.
El resto depende de los otros.”

Anónimo.


Por ese camino en fuego como un volcán
anduve extraviado sin hallar un oasis,
un remanso donde sofocar el incendio en mis huesos
que la antorcha de una vana angustia quemó,
queriendo que ella me amase,
sin saber siquiera,
que era yo quien debía convertirme en alguien
a quien ella quisiera amar sin condición.
Y fue que loco y desesperado
una noche, ebrio, destrocé su alma tierna
de niña humana y sencilla.
Clavé en su corazón la daga de la ofensa
y hundí en la flor de su ternura
el garfio del desdén que rompió aún más
la frágil grieta del amor que ella tenía para mí.
Fui tormenta, torbellino,
sangre volcánica derramada en el abismo de la ira,
furia líquida vertida por mi boca
en los hondos mares del desamor.
Derrotas que sirvieron para aprender
que los derroteros del amor
son ardientes como el sol y fugaces cual ilusión fallida.
De nada sirvieron el perdón ni la súplica,
Imploré en vano, lo hice tarde
como cuando llega la muerte.
Por ese camino ondeante como la ola
viví el extravío en un laberinto
condenado igual que Minotauro.
Ahí, aprendí ya en el crepúsculo de los santos días idos,
que no debí jamás pretender ese absurdo, ser amado con injurias.
Debí entonces dejarme amar
con la humildad del paralítico,
con la ternura que ahora guardo en mi corazón,
porque deseo amar,
y el amor siempre suele estar por alguien esperando.

1 comentario:

  1. hola amigo lei tus poemas titinos, especialmente el responso por colombia, me encuentro con mi hija diana maria no olvida cuando tu hija la casco te envia un gran saludo. aproposito gracias tu reiterada invitacion a casa.
    att: german mayne

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