sábado, 24 de abril de 2010

PENSAMIENTOS QUE SE VUELVEN PALABRAS

Siempre que en el corazón
anide un dolor o una alegría
habrá poesía, porque la poesía
vuelve en cada dolor,
en cada alegría.
La poesía, que es perenne, regresa como la vigilia,
sueño soñado despierto que vuelve,
igual que esa otra muerte de cada noche
que regresa, y se llama sueño.
Pensamientos que se transforman en palabras,
palabras proferidas con odio
que causan dolor
o palabras proferidas con amor
que brindan candor.
Por eso, cuida tus palabras,
porque ellas se vuelven actos que el pasamiento
convierte en hábitos,
hábitos que forjan tu carácter
y determinan tu vida.
La vida es fecunda
como el vientre de una galaxia,
donde siembras pensamientos
que se vuelven palabras,
palabras que producen dolor o alegría en otros,
porque una vez lanzado el venablo,
como un agudo y punzante puñal,
la palabra proferida,
de ofensa
de odio
de desprecio,
hiere el corazón de otro semejante a ti.
Si en cambio la palabra pensada
y pronunciada, la dices sin ira, sin amargura
causa alegría que da felicidad e inspira ternura.
Pero somos como el río, la misma agua
que pasa por otros lugares y es otra
como un heráclito, inconstante,
porque somos uno al alba y otro al crepúsculo,
alegres o tristes, irascibles o ecuánimes.
Y recuerda que aun el silencio hiere,
porque es la peor ofensa,
el peor odio,
el peor desprecio, el silencio de indiferencia.
Y aunque no pronuncies una sola palabra
y nada tengas en el pensamiento
ese silencio de indiferencia,
hace más daño que todas las agujas del infierno,
porque se clava como una saeta
en el corazón de la persona a quien va dirigido
ese silencio de indiferencia.
Y no se puede decir entonces, “me equivoqué”,
porque fueron pensamientos
que se convirtieron en palabras,
palabras que forjaron tu carácter y marcaron tu vida.

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