viernes, 10 de diciembre de 2010

A LA MEMORIA DE LARRY

Larry se convirtió en mi compañía cuando mi hija y mi hijo, salían los fines de semana fuera de la ciudad. De ahora y tal vez para siempre, me quedaré solo en casa escribiendo que es lo suelo hacer, porque para mi, la escritura llena todos los abismos, cierra las fronteras de la amargura y la soledad. Sin embargo, he aprendido a convivir con los infortunios que me ha deparado la vida. He llegado a entender que la poesía no sólo me arranca lejanías, sino que también me brinda la satisfacción de encontrar en las palabras, el rumbo exacto para llegar al remanso de la tranquilidad y hallar la paz en el espíritu que el poeta necesita.

Me quedaré solo tejiendo versos con las palabras, porque Larry murió. Se fue una mañana a su paseo cotidiano, y no regresó por sus medios. Trajeron su cadáver, y lo sepultaron en el jardín de la casa. Lo mató una motocicleta.

Ahora, en su ausencia, he reflexionado acerca de la conducta humana, y comprendo más todavía, la distancia que hay entre un ser racional y otro que no razona. Su instinto canino, su fidelidad de amigo leal, esa manera tierna de brindar amor, de manifestar su afecto hacia mí, lo llevó a ocupar un lugar en mi pensamiento y en mi corazón, muy por encima de la inteligencia del rey del reino animal: el hombre, porque primero que la inteligencia, estuvo la estupidez del hombre.

Larry siempre estaba conmigo, y las veces que cometí la torpeza o la estupidez de castigarlo por cosas que hacía por su condición de ser irracional, él estaba ahí a mi lado, sin rencor, sin el sentimiento de odio de algunos seres humanos que carcome y arruina el espíritu. Larry me miraba con la humildad y la ternura que su corazón honestamente podía brindarme. Siempre me esperaba al llegar a casa, y tenía para mí un saludo con el amor que muchas veces una persona no da.

Las lágrimas que derramé ese triste domingo por un adiós que no alcanzó a darme, son poca cosa porque estoy en deuda con él, en deuda con un animal tierno que me enseñó la nobleza y la lealtad del amigo de siempre. Por eso, lo llevaré por todos los tiempos en mi memoria y en mi corazón, pues aprendí de él la lección que jamás imaginé podía aprender de un ser que llegó a mi vida, para dejarme su inalienable sentimiento de amor.
Siempre contigo Larry, mi amigo hasta la eternidad.

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