jueves, 13 de enero de 2011

"HACIA LA CONQUISTA DE LA NADA"

El verdor de los campos y los sueños del hombre
son frases enigmáticas escritas por el sol.

Fernando Núñez Del Castillo


“Hacia la conquista de la nada”, es el título de una magistral obra de teatro del dramaturgo y dramaturga, Jairo Donado Pinto y Aminta Salas Vittorino. Esta obra de teatro, a la que asistí, fue presentada en el teatro Santa Marta en el XXI Festival Internacional De Teatro Del Caribe. Más que una obra de teatro, esta pieza de la dramaturgia colombiana, es ante todo, una tenaz crítica al imperialismo norteamericano representado en la obra por el Tío Sam como personaje que todo lo compra. Es una profunda reflexión, es una severa advertencia a la especie humana, para que preserve el planeta que entonces fue un edén, y que hoy no es otra cosa que una inmensa bodega de basura plástica y ojivas nucleares, y sobre él, pende como un potencial cataclismo, la espada de Damocles, porque tal vez un día, y ojalá no esté en ningún tiempo, “el verdor de los campos y los sueños del hombre”, sigan siendo “frases enigmáticas escritas por el sol.”
El planeta se encuentra amenazado por un exterminio apocalíptico, una desgracia de incalculable proporciones, cuya magnitud no cabe en ninguna cabeza sensata, sino en las cabezas obtusas de quienes quieren perpetrar la temeraria “conquista”. Sería un desastre que dejaría fuera de control la más mínima posibilidad de salvación de cualquier ser vivo, excepto las cucarachas, y hasta las piedras quedaría fundidas por el calor del averno bíblico con el magma del tsunami de candela.
La obra de teatro trata el tema del peligro inminente de una provocada guerra con armas no convencionales, en cualquier parte del planeta donde haya conflicto.
Gabriel García Márquez, dice en un documento que se llama El Cataclismo De Damocles, que “un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo.” Estas afirmaciones no menos dramáticas que terroríficas, parecen el delirio temerario de un profeta que ha tenido la visión anticipada de una desgracia por venir, porque de profecía, podría convertirse en una realidad, de no frenar tan nefasto proceso que ya empezó con Hiroshima y Nagasaki.
Fidel Castro dijo recientemente en una intervención en público en La Habana, ante una multitudinaria manifestación de estudiantes, que Israel, con el soslayado apoyo de los Estados Unidos, planean una incursión militar contra Irán, de no detener su programa nuclear con fines pacíficos, para producir energía eléctrica. Y el ataque sería con armas no convencionales, a lo que Irán respondería en defensa propia. Lo que no se sabe, es con qué tipo de armas responderá Irán de llegar a suceder semejante estupidez.
Antonin Artaud, poeta y dramaturgo francés, dice, “primero que la inteligencia, estuvo la estupidez del hombre.” Creo que sí, porque la pretensión de esa dos potencias, parece un terrible acto de estupidez. Por eso, he puesto como título a este humilde ensayo, para contribuir también en algo a la paz del planeta, “HACIA LA CONQUISTA DE LA NADA”, porque yo me pregunto, ¿cuánto vale este negocio, qué precio tendríamos que pagar a fin de seguir viviendo en un mundo donde la vida seguirá siendo más barata que una sola bomba atómica? Igualmente me pregunto, ¿quién se atreverá primero a oprimir el botón de la magna desgracia?
Pienso que ellos, los poderosos que presiden las potencias del “miedo” y el “terror”, los verdadero terroristas, saben de sobra que con sólo oprimir el primer botón de la infamia bélica, nadie sobrevivirá al primer espanto, y el efecto dominó será inminente. La creación habrá terminado. El olvido será perenne y posible entonces, porque no habrá memoria que recuerde la más grande y colosal estupidez cometida por el hombre. El diluvio atómico cubrirá con sus ardientes átomos apocalípticos al planeta, y no habrá paloma que busque otra ramita de olivo en el desierto de la nada. Y esa otra muerte de cada noche en tiniebla que se llama sueño, será eterno.
De la humanidad entera depende que esto no ocurra jamás, de la gran familia universal, de la comunidad internacional. No como la concibe Las naciones Unidas, sino como se debe entender, “la gran fraternidad mundial”, porque no podemos permitir que un solo hombre, un estúpido desquiciado, en un instante, acabe con un proceso tan dispendioso y colosal, como lo fue la creación del planeta primero, y después la vida durante millones de años. Hubo de transcurrir 480 millones de años, para que el sol iluminara con una luz diáfana nuestro planeta, y cuatro eras geológicas, para que el pitecántropo viera la primera aurora.
“Un gran novelista de nuestro tiempo se preguntó alguna vez si la Tierra no sería el infierno de otros planetas. Tal vez sea mucho menos: una aldea sin memoria, dejada de la mano de sus dioses en el último suburbio de la gran patria universal. Pero la sospecha creciente de que es el único sitio del Sistema Solar donde se ha dado la prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a una conclusión descorazonadora: la carrera de las armas va en sentido contrario a la inteligencia.
Y no sólo a la inteligencia humana, sino a la inteligencia misma de la naturaleza, cuya finalidad escapa inclusive a la clarividencia de la poesía. Desde la aparición de la vida visible en la Tierra debieron trascurrir 380 millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros 180 millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos a diferencia del bisabuelo pitecántropo, fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y morirse de amor.”
Sin embargo, tengo la certidumbre de que no será así, que esta catástrofe mundial no sucederá, porque aún creo que el temor de los suicidas que quieren el extermino, los hará arrepentirse de conquistar la nada para no hacer de la Tierra el infierno de los demás planetas, y no permitir que un vendaval nuclear la desaparezca como los espejismos en los desiertos del universo.
Mi sueño, como los sueños de los hombres de paz, es convocar a una gran asamblea universal de poetas, para escribir al unísono un poema y lanzarlo a los confines del universo, que sea el testimonio de que aquí existió la vida, que le cantamos a ella y le dimos gracia, que vimos auroras y crepúsculos que inspiraron esos versos viajeros, que oímos el canto de los pájaros que surcaron el aire aún contaminado, pero fuimos felices con sus cantos, que vimos en los océanos la macha púrpura de la ballenas heridas de muerte, y lloramos con ellas, que presenciamos la matanza de focas a garrotazos, que sembramos una flor en una landa yerma, pero murió de tristeza porque ya no había agua, que también vimos un río que se convirtió en espejismo, y que nos dolió el dolor del mundo, porque un solo hombre, un Hombre Imperio, para detrimento de todos, con ínfulas de delirio de gran poder y de podrida grandeza, en su otoño, se embarcó en la temeraria aventura de ir en un viaje sin regreso, “HACIA LA CONQUIETA DE LA NADA”.

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