¡Ah! aquel lúcido
recuerdo
de un gélido
diciembre;
espectros de brasas
moribundas
reflejadas en el
suelo; (…)
Edgar Allan Poe
I
Me
detuve en el umbral de la penumbra para tomar un nuevo aire, renovado, porque
el de la noche anterior estaba contaminado de insomnio.
Sólo
vi una sombra fugaz en las tiniebla de la gélida noche decembrina. Una sombra
difusa, dilatada como un invierno metálico y melancólico.
II
La
sombra avanzaba igual que el espectro de las brasas en agonía, y volaba en
círculos cada vez más próximos hacia la ventana de la alcoba en la que se
hallaba un hombre taciturno, preso de amargura.
III
El
hombre triste sufrió una extraña metamorfosis. Su boca se fue transformando
cada noche en un largo pico de ave agorera.
IV
Sus
brazos se tornaron en alas y su piel en plumas negras como cuervo. Su voz en
graznido. Su metamorfosis lo llevó al alcoholismo, y padeció el delirium tremens.
V
Agitó
sus alas para emprender el vuelo, lanzó un graznido como una tétrica voz de
ultratumba, voló al más allá. Sólo dijo, “Nunca Más”.
VI
Cuenta
la leyenda que cada año en enero, un hombre con aspecto de fantasma como una
sombra que vaga en el sigilo de la noche, de abrigo largo y un bastón de
empuñadura dorada, deja tres rosas y una botella de coñac a la mitad junto a la
tumba de Edgar Allan Poe en Baltimore.
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