sábado, 5 de diciembre de 2009

CANCIÓN PARA UNA NEREIDA

De cómo y por qué llegaste
no importa.
Surgiste como una flor de cactus
en el oasis de un desierto.
Era tanta la sed de amor por ti
que aluciné como un peregrino en pena
y vi el fulgor de tu rostro rotundo
en los espejismos del desierto.
El viento llevó el polen
que fecundó el amor que tú brindaste
bajo el manto nocturno
de las gotas brillantes
en el firmamento de tu primavera.
Después partiste,
igual que las estrellas al alba.
Entonces, ya en la aurora,
vi tu imagen de ninfa de los mares,
oí el canto metálico
de las trompetas
de un adiós
que ha de perdurar en la memoria
de un poeta que cantó a una Nereida.

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