lunes, 7 de diciembre de 2009

ELENA

Una noche, dormido como un morfeo
embebido en sueños alucinantes
llegó hasta mi cuarto una fantástica mariposa
con rostro de mujer.
Sus alas de noche como la oscuridad de la habitación,
se movían suavemente por el viento gélido
que entraba a través de la ventana.
Sus ojos eran de distancia, y su mirada,
era de águila en vuelo.
De repente, sentí un estrépito de alas
semejante a un huracán en parto,
me levanté de mi lecho alucinando como un nepente,
adormilado, soñando sueños de delirio.
Fue entonces cuando pregunté en el abismo de la noche,
quién había perturbado mis sueños
en aquel remanso de silencio y soledad.
La mariposa dijo: “Elena”. Entonces,
aún dormido, delirando en la oscuridad,
me dije, qué extraño soñar con una mariposa,
y más todavía, con rostro de mujer, y de nombre Elena.
Me acerqué y vi su faz.
Sus ojos eran más profundos
que la profundidad del mar de la noche
en que me hallaba flotando.
La mariposa emprendió el vuelo
y salió con el viento gélido por la ventana de mi cuarto.
Y el poeta cuenta, que entre sueños y deseos de amar
a una mariposa con rostro de mujer
una efímera noche de delirio ha visto llegar
y cuenta también, que cuando sueña
por la ventana de su habitación la ve entrar.

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