jueves, 23 de julio de 2009

AQUELLOS DÍAS

Los días del ayer, fueron una fantástica ilusión, de sol radiante y lunas pálidas reinando en la oscuridad cómplice de un amor furtivo bajo las estrellas, pero no estabas tú.

Yo era un loco que soñaba en los limbos de paraísos de colores y arco iris, luces que fulguraban moribundas en el epílogo de las tardes en estío, pero no estabas tú.

Fui más allá del mar, subí montañas de cristales, descendí por abismos de tinieblas, buscando el resplandor de tu cuerpo para llamarte por tu nombre, te llamé, y el eco me devolvió la sonora palabra de tu nombre. Todo fue en vano, porque tampoco estabas tú.

Aún no se qué me hizo buscarte desde aquellos días de fantásticas ilusiones, cuando sin conocerte entonces, contigo soñé. Y aunque mis pies ya cansados, no obstante, seguí el camino señalado en el sueño, pero igualmente, no te hallé.

En esos gélidos días, de tanto frío en mi alma, ávida de calor y ternura que tú podías brindar, te busqué con la honestidad de mi espíritu y con la profundidad de ese amor furtivo bajo las estrellas, que tenía para ti, pero tú pasaste de largo por mi pueblo, y no oíste mi voz trémula que te llamaba, ya quebrada por la fatiga de no encontrarte.

Miraste muy cerca de mí, pero no me viste o no quisiste. Te tendí mi mano como un mendigo que pide pan, y me negaste la sal de la salud para mi alma casi moribunda.

Nunca recordaste que un día de aquellos días, me dijiste, “puedes contar conmigo”. Y no sólo dijiste eso, sino que también dijiste, “no renuncies a tus sueños que ellos te harán libre”. Mas tú, eras mi sueño, y como un prometeo, quedé encadenado al esplendor de tu tierna hermosura en flor, al sutil encanto de tus ojos rotundos, que me hicieron soñar florestas de ilusiones.

Yo seguí soñando, y no pude liberarme jamás del deseo de amarte, porque esclavo del capricho de un loco que sueña, nuca te encontré.
Todavía estoy ahí, alucinando bajo el dintel de mi ventana, viendo pasar los días, soñando con fantásticas ilusiones, sin verte pasar por algún sendero tapizado con el aroma de tu piel, que te conduzca a mí.




PABLO TORNERO Santa Marta, 2007.

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