martes, 21 de julio de 2009

LA TERNURA EN EL OLVIDO

Como el tiempo tiene tanta prisa, a veces nos olvidamos de personas tiernas de corazón, que un día conocimos, y cerramos puertas por olvido, y lo más triste, cerramos la puerta más grande, mucho más grande que la puerta de Alcalá, la puerta del afecto.

Olvidamos personas que de repente llegaron a nuestras vidas por accidente de la vida misma.

Tal vez por esos sortilegios del destino, aquellas personas jamás pensaron decepcionarnos. Sin embargo, lo hicieron sin saber siquiera que no sólo se decepcionaban de sí mismo, sino que también se olvidaban de ellos cuando nos olvidaron. Olvidaron sus promesas de amor frente al mar, mirando un crepúsculo y diciendo “te amaré toda la vida”, sin pensar que el amor no es perenne.

Y así, creemos todavía como ilusos que sueñan fantasías, que hicimos amigos eternos que amaremos siempre.

Muchas veces llamamos a alguien, para escuchar una voz, mas detrás de esa voz deseamos escuchar un “te quiero”, para agradecer entonces ese humilde gesto de cortesía con una sonrisa, aunque sea en la distancia y esa persona entrañable que ya llevamos en el corazón, no nos vea sonreír.

Duele saber que el tiempo lleva tanta prisa y deja atrás las nostalgias, el amor y los recuerdos efímeros de personas que de súbito llegaron a nuestras vidas, no más porque si, y ahora deambulan en el silencio del olvido.

Entonces sentimos miedo de quedarnos solos, pero sólo nosotros fuimos responsables de esa soledad, porque jamás llamamos ni enviamos un mensaje a aquellas personas que de repente llegaron a nuestras vidas, porque ya las hemos olvidado con tanta ternura, con tanta sutiliza, que ni siquiera recordamos sus nombres, porque el tiempo tiene demasiada prisa, tanta prisa en esta loca carrera por sobrevivir, que no nos da tregua para quererlas, amarlas y recordarlas.

Pero únicamente basta un instante de atención para esos seres queridos, que con decirles un “te quiero”, derrotamos el olvido y ellos también estarán en nuestros corazones por siempre, con la misma ternura con que un día llegaron a nuestras vidas.




PABLO TORNERO Santa Marta 17, 07, 2007

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