jueves, 23 de julio de 2009

CANTO FÚNEBRE PARA UN POETA ANÓNOMO, ELEGÍA

En medio de una landa sombría
se yergue un árbol de trupillo centenario
al pie de la tumba fría
de un poeta milenario.
Allí han nacido trinitarias
que evocan los versos
de sus cantigas legendarias.
Los tulipanes negros derraman
gotas de lágrimas de rocío
un eco melancólico y lúgubre
cual viento que gira en la noche de estío
canta una tétrica canción fúnebre.
Ese bardo que ahora yace en paz
jamás compuso un soneto
pues como un anarquista coronado
a la métrica no quiso estar sujeto
y ebrio de poesía, vino y mujer
siempre vivió enamorado.
Un coro de querubines negros
entona cánticos profanos
retornan voces de juglares
que es el réquiem para un poeta anónimo
quien sin ánimo ni delirio de grandeza
de la retórica un día se vio presa.
En su ego
con apego
escribió versos de saudades
y bruñó sin temor
con la tinta indeleble del amor
la canción más profunda en realidades,
la que nadie quiere oír de frente
la triste canción de la muerte.

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