jueves, 23 de julio de 2009

ACERCA DE LOS TEMORES Y EL PODER DE LA MENTE

Los TEMORES no son otra cosa que situaciones de no riesgo, pues cuando una persona no se atreve a arriesgarse a algo, es porque tiene miedo de fracasar, entonces crea una zona de seguridad, como una especie de refugio del cual no quiere salir para protegerse, porque tiene presente en la memoria, fracasos anteriores, y siente miedo de pasar por la misma situación cual quiera que ella sea. Esto, hace que la persona se deje conducir por el EGO, porque el ego no quiere volver a sufrir otro fracaso, pues al ego no le gustan los cambios. Entonces, el YO REAL, queda supeditado a lo que el ego mande. Para entender esto con mayor claridad, pongo un ejemplo fácil de entender: suponga que el ego es el gerente de una empresa, y el yo real, es el propietario. El gerente debe ser autorizado por el propietario de la empresa para realizar una transacción.

¿Qué hacer para superar los temores? La respuesta es sencilla: un rotundo no al miedo. La persona debe salirse de esa zona de seguridad en la cual está metida como en una burbuja invisible que no le permite arriesgarse.
Todo está en el manejo o dominio de la MENTE.

“La mente humana no es un dechado de virtudes a la hora de procesar la información. Tal como sostenía Buda, ella es la responsable principal de nuestro sufrimiento. El conflicto es claro: no podemos destruirla ni prescindir de ella radicalmente, pero tampoco podemos aceptar la locura y la irracionalidad sin más. La complejidad de la mente no justifica resignarnos a una vida de insatisfacciones, miedos e inseguridades.

¿Qué hacer entonces? Conseguir que la mente se mire a sí misma, sin tapujos ni autoengaños, para que descubra lo absurdo, lo inútil y/o lo peligroso de su manera de funcionar.
La mente humana tiene una doble potencialidad. En ella habita el bien y el mal, la locura y la cordura, la compasión y la impiedad. La mente puede crear la más deslumbrante belleza o la más devastadora destrucción, puede ser la causante de los actos más nobles y altruistas o la responsable del egoísmo más infame. La mente puede dignificar o degradar, amar u odiar, alegrarse o deprimirse, salvar o matar, soñar hasta el cansancio o desanimarse hasta el suicidio”.

Con base en esta reflexión de Walter Riso, podemos entender por qué el ser humano ha logrado grandes inventos en favor de la humanidad, grandes descubrimientos, pero también el ser humano con la misma mente, ha provocado grandes tragedias de un tamaño que sólo se pueden medir con el metro de la estupidez, como son las armas de destrucción masiva, las bombas atómicas, porque no siempre la inteligencia supera la estupidez del hombre. Esto me produce dolor y tedio, pero es así. Esta es la naturaleza humana, pero no por esto debemos seguir perdidos, pues vivimos perdidos, porque nos han extraviados, venimos de un antiguo extravío del cual hay que parar o de lo contrario, vamos al abismo. Esta tenaz sentencia, la escribió el gran poeta colombiano, Gonzalo Arango, fundador del Nadaísmo. Sin embargo, si hay un extravío, la mente humana tiene la capacidad de corregir el rumbo, pero aquí se presenta un interrogante: ¿Cómo corregirlo? Es la gran pregunta. Para dar respuesta a este interrogante, es preciso tener en cuenta que “la mente es egocéntrica, busca sobrevivir a cualquier costo, incluso si el precio es mantenerse en la más absurda irracionalidad”. En la historia hay un ejemplo de una mente demasiado egocéntrica, de una irracionalidad sin límite que causó una tragedia de una inmensa magnitud: el absurdo desastre de Hiroshima y Nagasaky. El entonces presidente de los Estados Unidos, Truman, tomó la decisión y autorizó el terrible cataclismo atómico, pero igualmente este evento como otros desastres de guerras, también tiene una respuesta obvia: la historia de las guerras, es la historia de la humanidad. En la historia de las guerras, existió otra mente desquiciada que produjo otra hecatombe: la alucinada, obsesiva y demencial mente de Adolfo Hitler.

Pero hubo otras mentes de gran prodigio, entre ellas, la de Thomas de Alba Ericsson. Estos ejemplos son para reiterar que la mente humana puede lograr grandes descubrimientos en pro de la humanidad, pero igualmente puede destruirla o magnificarla por medio del amor o el odio. Aquí surge otra pregunta: ¿amamos u odiamos?
En sicología hay una ley, la ley del olvido. El ser humano nació con la capacidad de perdonar con amor y olvidar. La Madre Teresa de Calcuta, dice,”todos tenemos un pasado que perdonar y que olvidar”.
El ego juega un papel importante en esto de perdonar y olvidar. Si se resiste a no perdonar y mucho menos a olvidar, entonces la persona vivirá con resentimiento, rencor u odio en su alma, puesto que tiene las heridas abiertas que otros seres le han causado. Esto le produce un sufrimiento que le puede generar algunas patologías no sólo a nivel sicológico, sino también somático.
La única forma de salir de esta situación, es perdonar y olvidar los eventos pasados, pues el pasado hay que sepultarlo, es preciso cerrar los círculos para vivir un presente feliz, y ser exitoso.

La intención de este ensayo, es la de mostrar cómo la mente humana con odio, es capaz de trascender los límites de la razón y lindar con la locura para ocasionar daño, o, hacer con amor descubrimientos y alcanzar grandes logros para beneficio de la humanidad.

Ahora bien, el instinto gregario es inherente al ser humano, es decir, vivir en comunidad para satisfacer su necesidades. Para ello, se asocia, conforma la sociedad que está determinada por el estado, en la cual, el individuo renuncia mediante el sufragio universal a su voluntad, y la delega en una voluntad superior que está por encima de él y de la sociedad: el ESTADO.
Hablo del Estado porque los representantes de él, sean grandes potencias o Estados pequeños, son dirigidos por seres humanos dominados por sus mentes, son los que deciden pues ya el individuo como tal, mediante el “Contrato Social”, ha renunciado a su voluntad individual, y ante esto, es impotente para impedir los desafueros que comenten los jefes de Estado, como son las guerras y otras desmesuras del poder.

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